Trascendieron y emocionan por vocación y calidad…
Como mujeres con un mensaje y una dedicación a su obra cercanos al ascetismo me salen la concienzuda ajedrecista María Eizaguerri, futura reina del ajedrez heredando el trono de Berta de Aragón, reina de los Mallos de Riglos. Tiene sus hombros el mismo cetro que el que porta en la pintura aragonesa, y no era fácil después de Beulas, la sublime y poderosa Teresa Ramón//Lita Cabellud –un dos en uno que ya pensaréis bien-.
Vencidas las ligas y champions literarias en el año de la consagración de Manuel Vilas con su ascenso a Primera, fresador de la memoria de una Barbastro que también vi, la multifacética Katya Acín Monrás y la patuesa Luz Gabás nos aportan esa fijación de Generación del 27 y de la emigración oscense a Guinea, uno de los vaciamientos de los presentes ecos sin respuesta.
De necesario contrapunto a esas gotas de dulce relación con Carver que hila con paciencia desde Zaragoza la mirada dulce del Sobrarbe de la poetisa Cristina Polo. Desde su cocina alicatada por Colmenero con vistas al Sahel de Delicias y la peña Canciás.
El diapasón necesario de las embajadoras sin duda lo componen Geraldine Chaplin, oscense vocacional, la cantante Gery Haliwell –picante para levantarse de tanto somardismo- y la fotógrafa de Altorricón con residencia en Nigeria y Kurdistán Judith Prat, superadora en mi opinión de la obra de Gervasio Sánchez I de Alcañiz.
Entre las altoaragonesas que más merecen un friso demorado y detenido, una alcaldesa mítica, adelantada a su tiempo en la generación de actividad y en el mantenimiento de la cultura popular de su valle. La insólita, que etimológicamente tiene raíz común con isla y aislada para bien, Josefina Loste de Mur.
Una mujer a la que identifico con mi madre y todas las de mis queridos amigos oscenses y puede que con las de las homenajeadas en una versión XXI.0 de dedicar su vida incluso al forastero que busque la dimensión insondable.
Destaco de ella su siempre educada, firme y humilde capacidad de aprender a la vez de cuidarnos a todos, no renunciando a esa especial feminidad aragonesa de pasodoble con respeto y sensualidad. Ha conseguido ver lo que para ella significa más que conseguir por una cocinera oscense tres estrellas michelín: sus fallas de Chistau son patrimonio de su humanidad.
11.03 Luis Iribarren
Como mujeres con un mensaje y una dedicación a su obra cercanos al ascetismo me salen la concienzuda ajedrecista María Eizaguerri, futura reina del ajedrez heredando el trono de Berta de Aragón, reina de los Mallos de Riglos. Tiene sus hombros el mismo cetro que el que porta en la pintura aragonesa, y no era fácil después de Beulas, la sublime y poderosa Teresa Ramón//Lita Cabellud –un dos en uno que ya pensaréis bien-.
Vencidas las ligas y champions literarias en el año de la consagración de Manuel Vilas con su ascenso a Primera, fresador de la memoria de una Barbastro que también vi, la multifacética Katya Acín Monrás y la patuesa Luz Gabás nos aportan esa fijación de Generación del 27 y de la emigración oscense a Guinea, uno de los vaciamientos de los presentes ecos sin respuesta.
De necesario contrapunto a esas gotas de dulce relación con Carver que hila con paciencia desde Zaragoza la mirada dulce del Sobrarbe de la poetisa Cristina Polo. Desde su cocina alicatada por Colmenero con vistas al Sahel de Delicias y la peña Canciás.
El diapasón necesario de las embajadoras sin duda lo componen Geraldine Chaplin, oscense vocacional, la cantante Gery Haliwell –picante para levantarse de tanto somardismo- y la fotógrafa de Altorricón con residencia en Nigeria y Kurdistán Judith Prat, superadora en mi opinión de la obra de Gervasio Sánchez I de Alcañiz.
Entre las altoaragonesas que más merecen un friso demorado y detenido, una alcaldesa mítica, adelantada a su tiempo en la generación de actividad y en el mantenimiento de la cultura popular de su valle. La insólita, que etimológicamente tiene raíz común con isla y aislada para bien, Josefina Loste de Mur.
Una mujer a la que identifico con mi madre y todas las de mis queridos amigos oscenses y puede que con las de las homenajeadas en una versión XXI.0 de dedicar su vida incluso al forastero que busque la dimensión insondable.
Destaco de ella su siempre educada, firme y humilde capacidad de aprender a la vez de cuidarnos a todos, no renunciando a esa especial feminidad aragonesa de pasodoble con respeto y sensualidad. Ha conseguido ver lo que para ella significa más que conseguir por una cocinera oscense tres estrellas michelín: sus fallas de Chistau son patrimonio de su humanidad.
11.03 Luis Iribarren
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