Nuestro territorio está mal vertebrado. Y nuestra sociedad es muy compleja y mal llevada, donde las relaciones entre el Norte y el Sur (casi) no existen y seguimos repartiéndonos como lluvia fina el mantra de que Zaragoza (donde viven el 55% de los aragoneses) está en contra del otro 45%. Y donde ese 45% no se plantea admitir en sus propias localidades a un 10% de habitantes nuevos sin dejar de llamarles forasteros durante décadas.
Y Aragón no necesita crecer en un 10% de habitantes para dejar de hablar de despoblación. Habría que plantearse el objetivo de triplicar como poco nuestra población. ¿Qué localidad aragonesa estaría dispuesta a que llegaran dos veces los habitantes actuales como vecinos a su seno para convivir todos? Pues habría que hacerlo así en todas las localidades, para empezar a resolver el problema. En las grandes ciudades y en las diminutas. IMPOSIBLE.
Así que las posibles o imposibles actuaciones sobre los efectos negativos de la despoblación en Aragón no pueden ser el de triplicar la población. Ni duplicar. Hay que pensar desde otros puntos de vista ese Aragón del futuro, sostenible y válido, que camine hacia una supervivencia que garantice el futuro de nuestros hijos y nietos. Hay que dedicar miles de horas a reflexionar entre todos qué podemos hacer por nuestros nietos.
Pero para terminar debemos añadir que el problema de Aragón, el mismo de otros territorios del interior de España, en realidad afecta gravemente a la totalidad del país.
¿Somos capaces de imaginar una España con todo su interior despoblado, comprado por grandes corporaciones extranjeras para hacer negocios agrícolas o ganaderos que no fuimos capaces nosotros de poner en valor, una España que simplemente separa sociedades de costa distanciadas por miles de kilómetros, regidas por un punto central llamado Madrid?