21.11.18

Quinta Julieta de Zaragoza. algunos apuntes

No siempre lo que parecen buenas decisiones lo son, pues dependemos del tiempo, del uso, de la marcha y desarrollo de las mismas. Cuando estas decisiones se refieren a personas, los riesgos de equivocarnos son mayores. Sucedió en 1982 cuando por fin se erradicó el chabolismo en la zona de Torrero La Paz, con una zona auténticamente bochornosa para una ciudad, que más parecía la India que España. Y al final se optó por construir viviendas en la zona llamada Quinta Julieta, que trasladara con mucha más dignidad a 115 familias que vivían en esos momentos en condiciones muy penosas en la zona de las graveras de Torrero.

Aquello se entendía como un éxito municipal, aunque a los pocos años se convirtió en un problema mayor y sobre todo más escondido y con peores condiciones de solución. Era el verano de 1982 cuando se empezaron a trasladar familias de una zona hacia la cercana zona llamada Quinta Julieta. Habían trabajado desde el Ayuntamiento, desde Madrid por el MOPU, desde la DPZ, el Arzobispado y las asociaciones gitanas, pero lograr lo que parecía un éxito, en terrenos cedidas por la CAZAR hoy Ibercaja. La parte municipal (la mayor pues era de un 75%) se puso con créditos a devolver en 24 años.

Eran viviendas de dos plantas con corral que se entregaban en alquiler al precio módico de 1.300 peseta mes, más el pago de basuras y agua. Pero aquellas buena intenciones duraron muy poco. Algunas familias no pagaban ni los alquileres ni los gastos de suministros, en menos de 4 años las familias censadas en la zona pasaron a más de 200 con unas 850 personas viviendo allí (algunas fuentes hablaban de más de 1.000 personas), divididos con claros problemas de delincuencia entre algunas familias, con constantes quejas de los propietarios de los terrenos agrícolas colindantes que veían sus cosechas desaparecer, hasta el punto de que ni la policía local era capaz de entrar en el nuevo poblado.

El nuevo asentamiento, ubicado muy cerca del anterior, crea un rechazo unánime entre los vecinos de La Paz, que observan un crecimiento tremendo de los delito menores, y una sensación de violencia de calle, que consideran inasumible, lo que lleva a manifestaciones vecinales de rechazo. Enseguida se ve que aquello fue un grave error, pues al juntar tantas personas en un nuevo lugar pero con las mismas problemáticas, simplemente se escondía el problema hacia una zona menos vista, sin actuar realmente sobre los problemas sociales internos.

Pero además los problemas se sucedieron. Se decidió desmantelar el nuevo poblado en 1988, pero hubo que indemnizar a los habitantes que no querían irse a una vivienda pública con un millón por familia, comprar pisos para su distribución por toda la ciudad que costaron 300 millones de pesetas, hubo que pagar a la DGA unos 200 millones por el terreno, se intentó subastar el terreno para viviendas en el año 1989 pero nadie pujó por ningún precio y hasta el año 2006 aquello parecía un sin sentido eterno y carísimo. Unas 70 familias decidieron irse a vivir a nuevas chabolas repartidas por toda Zaragoza. Lo que parecía una buena idea al alcalde García Triviño, resultó un fiasco caro y un ejemplo de dar la espalda a las soluciones que indica la sociológica más básica.

En el punto rojo de la izquierda se indica el lugar de los primeros asentamientos, en el de la derecha el lugar de Quinta Julieta a donde fueron trasladados.


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