8.3.19

El Aragón más siciliano, valga la redundancia

La visita de Javier Lambán a Sicilia como Presidente de Aragón es oportuna aunque tardía. Se ha ligado a un personaje histórico, una reina hija de Sijena como fue Constanza de Aragón. Un apunte muy necesario como guiño metropolitano a esa isla ligada a la República italiana aún hoy por menor espacio de tiempo del que lo estuvo a la Corona aragonesa y, tras ello, a España como estado moderno.

Con ello no se trata de establecer embajada alguna en Panormius, no asustarse. Sino que es un evento circunscrito a la común historia de Zaragoza y Aragón con otras capitales y territorios de los que englobaba la Corona.

Quizá en la práctica tengamos más relaciones con Nápoles vía Pignatelli o con Cerdeña, que come queso pecorino de oveja, donde se hace longaniza y se bebe una modalidad fragante y balsámica de garnacha de toque salino, el untuoso cannonau. Siempre ha trascendido como rareza que en Alguero todavía hoy se habla una modalidad de catalán, pero el interior y sur de la esteparia isla son un Bajo Aragón en toda regla, con el mar cerca.

Lo mismo se percibe en la Sicilia del interior de mi escritor favorito, don Leonardo Sciascia. Que tanto ha narrado esos archivos, esos apriscos con masoveros, esas venganzas almogávares de los altiplanos volcánicos de las famosas Corleone, Prizzi o Caltanisetta… Donde la vida vale tan poco y se hablaba una modalidad cerrada de árabe adaptado semejante al maltés por la que canta Battiato.

Atravesado el centro entre Catania y Palermo por inigualable vía férrea cincelada a punta de esquisto volcánico. Con toda una galería de personajes hijos de Camilleri o Lombroso deambulando por estaciones de no dolce far niente, cuyo negocio real no se corresponde con su ocio administrativo consistente en ver pasar tamagochis.

Por ello no hay que mirar al norte de Aragón para sentir el paisaje siciliano sino al sur requemado, tierra de ingesta de berenjena, con mayor influencia árabe para sentir la gastronomía, paisaje antiguo y amarillo y grandeza enorme de la isla. La costa es la que más marca la influencia cortesana desde Magna Grecia, pasando por las cortes árabe –tan semejante a la de Saraqusta en esplendor-, normanda, después aragonesa, luego también castellana de la vía Maccheda y, finalmente, suya propia.

Sicilia era denominada el granero del imperio romano por su feraz y productivo suelo volcánico. Ese que produce un vino ahumado que a mí me fascina. Trigo y cebada de calidad que nos traslada a las altas Cinco Villas, a la tierra de Daroca, a los proyectos de pasta de calidad que se están floreciendo en Lécera, a los olivares romanizados de Barbastro y Bajo Aragón

Costumbres comunes para una relación que puede surgir a la que se le ha dado la espalda. Qué podemos aportarles a ellos, orgullo de haber sido aragoneses. El gobierno más justo que tuvo ese intercambiador mediterráneo, aquel “laissez passer” que reivindicaron con su cosa nostra cuando la Inquisición castellana apretó las tuercas a moriscos conversos… Con hogueras falleras en los Quattri Conti de su capital…

Qué pueden aportar a Aragón los sicilianos… Ese estilo de seria urbanidad digna en la pobreza, perfumado de especias y con olor a trigo Aragón 3, miel y requesón de oveja… No es poco. Por no mencionar la terminal directa para ir a Nueva York de su principal aeropuerto.
Cómo apreciarían Gandolfieri, Capra o De Niro el tomate seco de Caspe.

El mar no es de ningún país más que él mismo 

Solo pertenece a todos los que lo estén escuchando y de los que en su orilla vean nacer y morir el sol.

(Giovanni Verga, novelista aragonés en sentido azotado por el cierzo)


Luis Iribarren 06.03.19

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