3.7.19

Poeta en Dubai 2. Cetreros en Arabia y Aragón


Los otros, ¿solamente ellos?, son gente que come en jaimas en el desierto guisos de cordero especiados, arroz pillow y ensaladas con seven up.

Ellas no van a tales saraos arenosos en pick up blancos con ruedas especiales para arena, pero sí que deben estudiar en primaria maquillaje de fondo de ojos, tercero de depilación de pelo grueso y formación en su movimiento.

Su movimiento es irse acostumbrado desde crías a pasar del momento Lolita a todo escote a la incorporación progresiva y parcial de prendas negras. Empezando por las babuchas y hasta la ocultación total o parcial para el amo, mediante velos y túnicas Dior de seda con brillos.

Antes de ayer en nuestra sociedad católica vieja sucedía lo mismo, con gotas de pervivencia que nadie ve extrañas. Atavíos de conventos de clausura, clerimans o capirotes y batas de cofrades. La misma sensualidad de camisa cara, botón de oro y cordajes cordobeses por debajo representa ese toque de distinción de clase que ha menester.

Ese erotismo de Buñuel, que parte de las ceremonias mancillándolas con gotas de provocación.

En ambas sociedades, serán los zapatos castellanos o negros flexibles y las sandalias manolas de 1.500 euros la que marcarán otra nueva diferencia.

Llega el viernes, es el día de ir a la mezquita tuneado. Y la noche de víspera de jueves, a los centros comerciales lideradas por el visir alfa las cuatro mujeres y legión de niños correspondientes.

En Dubai se encuentran los elegidos de todo el Islam (por tanto, el negativo de los protestantes puritanos gringos o no…), arreando las recuas de la dependencia concertada ricos africanos musulmanes, omaníes o indonesios, iranios de mirada incisiva y rápida o locales con chilabas blancas de hilo y terminaciones que los distinguen por ganaderías.

Con cuello de camisa, saudíes; sin cuello, kuwaitíes; tocados de seda, con aderezo de cordonaje, emiratíes; con tocados palestinos Arafat, todos… No da para la poligamia al verdadero factor X, la ingente mano de obra islámica de la India reconvertida en Pakistán y Bangladesh, que simplemente acuden como yo hice para ver al paisanaje y cubrir sus necesidades de aire para boquear. Con derecho democrático a la merienda franquiciada por 10 euros.

Mi espíritu santo me da lugar a estas improvisaciones, inspiradas por mi agnosticismo. Dios y Allah me parecen excusas de soberbios y distanciados para que nada cambie y el desfavorecido sueñe con un paraíso de centro comercial con refrigeración y altura. Esa nueva catedral en la que inspirar el aliento de Dios.

España, también en Aragón, y Arabia comparten demasiadas costumbres y gestos derivados de leyes coránicas. Entre ellos la presunta hospitalidad desinteresada y el gusto por la cetrería.

Cazar a la persona, cazar la posición social, cazar el tráfico de influencia no simplemente para comer es una de nuestras manifestaciones sociales compartidas. Cetreras y cetreros del pacto previamente ocultado, del envoltorio de oro, del colegio privado conveniente para coincidir…

Sí, somos cetreros y por consiguiente nuestra alma es cuatrera, como en los Balcanes pero no al norte de los Pirineos. No creemos nada en los principios fundamentales de las personas ni en el efectivo derecho a la igualdad. Creemos en el derecho a la libertad personal de amos de un territorio abierto.

Soltamos siempre los halcones…

Dice el Corán: «Hijo de Adán, viste tu mejor ropa, en cada mezquita».

03.07 Luis Iribarren


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