20.9.19

Aragón, agricultura, ganadería, despoblación. ¿Es posible encajarlo bien?

Durante décadas hemos entendido que la despoblación se resolvía a base de ayudas al campo, a la agricultura y la ganadería como formas activas de retener la población rural. Nunca es tarde si llegan nuevas ideas y proyectos desde incluso otros países, y donde se plantean estrategias hacia las localidades pequeñas y en reversión demográficas radicalmente diferentes, que no se basan en ayudar a la agricultura y la ganadería. Y vamos a intentar explicar los motivos, abrir nuevos marcos mentales.

Tenemos que ser conscientes que la agricultura ha evolucionado tremendamente en las últimas décadas. Hoy todo lo que no sean entre 60 y 100 hectáreas de terrenos cultivables no supone un rendimiento lógico para mantener la vida en la agricultura soportando la consiguiente modernización de sus herramientas. Depende del tipo de tierra, del producto sembrado, etc. pero va en constante aumento el tamaño de trabajo.

Los agricultores están “pillados” en un oficio muy difícilmente controlable desde su propio trabajo agrario, pues está dominado desde despachos que se sientan en las grandes ciudades y que les marcan el precio de las semillas, de los abonos o insecticidas y que además son los que compran sus productos finales al precio que ellos marcan. En el mundo ganadero es similar el problema.

Esta realidad supone que para obtener una rentabilidad muy básica hay que crecer constantemente en hectáreas persona o explotación, con además el constante gasto en ampliación y modernización de sus herramientas. Y como el campo es finito, llega un momento en que con muy poca gente se logra trabajar todo el posible beneficio que pueden dar los extensos campos agrícolas.

Algo similar sucede con la ganadería, donde ya se ha caído en la trampa real de trabajar en dos vertientes anti rentables y sobre todo anti libres para los ganaderos. Se depende de precios tasados por los compradores antes de finalizar los ciclos, de productos muy obligados y controlados, lo que lleva a macro granjas cuando no a servicios de alquiler literal de la mano de obra a través de empresas que montan multinacionales o empresas de capital exterior.

También el ganadero se ve en la obligación de una constante modernización, de una ampliación constante de sus instalaciones para rentabilizar su trabajo familiar.

Menos personas son necesarias en el mundo rural para dar un servicio cada vez más controlado en sus vertientes económicas, y con una competencia brutal de mercados emergentes exteriores que les presionan en unos precios finales casi imposibles de lograr.

Meter a más personas, más inversión en las zonas rurales para apoyar la agricultura y la ganadería existente parece un error táctico. Excepto la necesidad de dignificar la vida de estos enormes trabajadores agrícolas y ganaderos del mundo rural aragonés.

Y digo bien “aragonés” porque si bien esto sucede también en otros territorios de España, no en todos. Los hay donde las grandes empresas ya se han “apoderado” de enormes extensiones de terrenos, para plantar o para depositar purines o desechos, y donde las personas del mundo rural son meros obreros sin capacidad alguna de poder crecer o descrecer. No mandan sobre su trabajo.

Hoy la tierra ha subido tremendamente de precio, se está duplicando (o más) en una década, y sin duda más en zonas de regadío. Esto convierte en inviable que nuevos jóvenes se puedan instalar en zonas agrarias que intentan rejuvenecer su pirámide poblacional. Con una edad media en Aragón de la persona que gestiona el campo muy cercana a los 60 años, el mal futuro se viene encima en pocos años.

Incluso cabría ya preguntarse si la PAC es la ayuda lógica, necesaria para revertir los problemas reales del campo aragonés. No hablo de quitarla, hablo de reflexionar si es el mejor método para lograr rentabilizar el campo aragonés, con el control necesario.

Así que en el problema de la despoblación hay que meter otras ideas, reflexiones, que no son precisamente intentar aumentar las ayudas al sector agrario o ganadero, pues es pan para hoy, hambre para mañana, ya que el problema de la despoblación afecta a todos, pero sobre todo a los que hoy viven en el campo y del campo. En la medida en que desaparecen los habitantes de los pueblos, otras personas con despacho y traje gris se dedican a comprar y hacer rentabilizar lo que nosotros por incapacidad no hemos sabido levantar.
El territorio es un valor económico pero sobre todo social de incuestionable y muy estimable valor para toda la zona geográfica donde se asienta como manta que da cobertura. Es un gran activo de cualquier sociedad. 

Las personas se vienen a las ciudades, pues buscan diversas opciones que no sabemos otorgarles en las localidades pequeñas, pero dejar vacío el terreno no es olvidarlo, regalarlo o permitir que cualquier lo pueda comprar y se apodere de él. Esto ya está sucediendo en medio mundo, y en algunos países se ponen límites pero en muchos otro no. Quien trae el dinero, compra, manda y ordena. Incluso valla y controla. Es como una enfermedad que se va extendiendo según crece en potencia económica la bacteria que lo va ocupando.

Así que desde todas las instancias hay que rebelarse contra la despoblación, iniciando acciones que la eviten. Acciones por cierto, muchas veces casi imposibles, por no haber actuado sin equivocaciones cuando los problemas eran moldeables. Crear grandes piscinas o pabellones en pequeños pueblos es una decisión acertada para los fines de semana y los dos meses de verano. Pero no resuelve en nada los problemas estratégicos de la despoblación.

1/ Sin duda la mejor acción posible es diversificar las actividades económicas de las zonas hoy llamadas rurales.

2/ Hay que reforzar todas las organizaciones y comunidades rurales, y escucharlas

3/ Hay que modificar normas, leyes, acciones políticas, infraestructuras públicas rurales

4/ Hay que replantear la formación profesional específica para las localidades más pequeñas.

5/ Además de retener el talento nuevo, hay que rejuvenecer la sociedad del territorio abriendo las localidades a nuevas personas con nuevos proyectos.

En posteriores entradas intentaré ampliar algunas opiniones mías sobre estos aspectos últimos que inciden sobre decisiones de acción casi urgente en el campo aragonés.

Julio Puente Mateo

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