No escogemos el lugar, el color ni el sexo, pero nos condicionan la vida. Todo lo que existe surge al azar. Nacer y vivir en países pobres, sin necesidades básicas ni recursos y, ni si quiera esperanza de vida, hace vulnerable a la persona. Pero hacerlo en estados desarrollados, la valora.
Potenciamos al rico y abandonamos al pobre, al humilde o al sin techo. Priorizamos la noticia según el lugar donde ésta se produce. Europa se moviliza por los injustificables crímenes de seres humanos a los que el terrorismo islamista les segó la vida. Son atentados cercanos, sea en Londres o en cualquier ciudad del viejo continente.
Pero no tiene la misma repercusión cuando la tragedia se produce fuera de nuestras fronteras También son miles de vidas anónimas que mueren en guerras, ahogadas en el mar o de hambruna en otros lugares del planeta, en donde miles de niños mueren sin apenas despertarse a la vida.
Llenan con tristes noticias los medios informativos. Son solo pobres gentes, seres humanos que nunca hubieran querido nacer en esa parte del mundo. Sin espacio para la esperanza, ni lugar para un mañana. Las contradicciones en un mundo desigual también es extrapolable en nuestro propio país. Diferencias que también se producen en función de cada territorio que no son tratados de igual manera.
La paz no es solamente la ausencia de guerras. Mientras haya pobreza, racismo, discriminación y exclusión, jamás podremos alcanzarla.
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