13.2.19

Ojos Negros, nunca muertos. Teruel vive

Los ojos es lo único que no envejece, solo se empañan con cataratas. Hay que hacerles una ITV indolora y vuelven a brillar. Mis ojos negros filtran la luz con un ángulo de reflexión azabache. Devuelven un rayo de alegre luto cuando miran de verdad.

Tiene que suceder algo muy grave para que se apaguen, ese algo se llama ecos de muerte por abandono. Anticipo de silencios con muebles esquineros vajilleros empotrados, color de azulete claro.

En la frontera con Castilla de la Sierra Menera se molía espelta con más minerales en un molino de viento blanco. Empresarios vizcaínos se quedaron con sus entrañas de hierro. Escribieron con la construcción de un ferrocarril entero hasta Sagunto para exportarlo otro “Cantar del Mío Cid”, en el que el nombre de Ojos Negros resuena en las vías verdes de Segorbe.

Las ramblas de intenso color granate, recién fundida la nieve, son un espectáculo que revela la riqueza del subsuelo de forma evidente. Hay en estas sierras una abundancia de bosque mediterráneo, de carrascas, de enebros y sabinas e incluso un chaparral milagroso de hoja caduca que horadan la tierra contra todo pronóstico, que viven en sus límites con el agua justa en un paraíso geológico porque prefieren hacerlo nutridos de sabores a lápiz y trufa.

Es un terroir cuatro estrellas Michelin.
Cualquier cocido o estofado de legumbres con estas aguas del Sistema Ibérico adquiere la misma categoría de paraíso, de armonía surgida del paisaje que contiene el segundo mejor castillo de Aragón esculpido con roca de su paisaje circundante de rodeno. Un nido de águilas rojo parte de su propia sierra es Peracense.

Un breve beso al agua de Ródenas deja un indescriptible regusto a salud y energía recuperadas. Habría que hacer algo y buscar vetas para poderla poner en valor. Es equivalente a una garnacha de viñas viejas. Habría que poder tomarla y esculpirla gota por gota de milagro filtrado de aguallueve.

La carretera provincial que vertebra la sierra discurre a más de 1.000 metros, atraviesa en paralelo la marca del Señorío de Molina. Discurre por una impresionante colección de pasado poderoso compuesta por tres poblados mineros, con explotaciones a tierra abierta que han generado desmontes, lagos y mesetas de ámbar y melocotón maduro.

También atraviesa y revela infraestructuras ferroviarias en desuso e incluso las que fueron oficinas centrales de las minas que sobrecogen, que solo pueden ser comparables a las de Río Tinto en Huelva o las de Cartagena de no Indias, la Nova Cartago mediterránea. Que solo tienen parangón en Aragón en su conjunto con el pasado industrial del azúcar que pervive en la Margen Izquierda de Zaragoza.

Las primeras minas van camino de ser Patrimonio de la Humanidad y se pueden atravesar en su tren minero. Las segundas por su relación con varios imperios puede que también. Aunque por ubicación en un oasis entre la especulación denunciada por Chirbes hayan sido respetadas e incluso reivindicadas desde el mejor festival de flamenco que se celebra, el más puro en el dolor, el nunca postural... El de la eclosión de Poveda, el Festival Internacional del Cante de las Minas de la Unión.

En Teruel oeste, en la desunión estuvo la no fuerza. La cercanía de esta sierra al Valle del Jiloca y sus puestos de trabajo agroalimentarios han cercenado la búsqueda de ideas para recuperar este ingente y memorable patrimonio.

Los anuncios de viviendas baratas de mineros subastadas en los tablones careados y cerrados por malla conejera de Dowtown Ojos Negros porque nadie paga su contribución, se confirman en las puertas desvencijadas e interiores violados de las parcelas.

Los barrios mineros llegaron a tener hijos nacidos de los emigrantes que eligieron desde Andalucía y Extremadura el altiplano turolense. Todavía son visibles e incluso practicables las escuelas de los años 60 que los educaron, los casinos e instalaciones deslumbrantes que incluso servirían como centros de proyección de películas. Que reprodujeron un ambiente de ocio urbano de fiebre del oro.

Ojos Negros ha pasado de 1000 a escasos 400 habitantes envejecidos. Es un aviso para navegantes de lo que puede suceder incluso en Andorra. Es un parque temático del abandono, de la impotencia aragonesa para gestionar su territorio con suelos de baldosa valenciana modernista y ferrocarriles de vagoneta y tamagochi.

Algún día resucitarán los ecos del esfuerzo para domesticar territorios desde la propia boca de la cueva platónica. Viviendo enfrente del desmonte, del paralepípedo perfecto, de la meseta agotada de oro de Johannesburgo en tu poblado soweto tulorense. Trabajando a mano en la supresión ciclópea de muelas saturadas que hicieron subir la bolsa de acciones de Bilbao. Como hizo subir la térmica de Andorra la de Madrid, imputando la explotación a Aragón Sur pero no sus beneficios. Es tiempo de crear un 1% cultural para revertir tantas afecciones.

De momento, algunos seguiremos viajando hasta quedarnos en las alacenas sin vajilla, iluminados por las lámparas y tulipas producidas por la industria española del turnismo canovista, bañándonos de luz en los primeros baños alicatados de los años 30 con que solo los jabalíes se solazan. En los poblados mineros abandonados de Aragón suroeste.
12.02 Luis Iribarren

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