1.12.19

A Guitarte y muchos aragoneses sí se nos habría ocurrido

A Guitarte y muchos aragoneses sí se nos habría ocurrido. No precisamente por ser o no ser rico, sino porque tiene un conocimiento amplísimo de la historia de Aragón.

Adobado por su trayectoria personal y política, y por eso Guitarte le selló la boca al despectivo representante de ese nacionalismo periférico de origen castellano que desarrolla en su concepción herria una idea de superlativo Reyno de Navarra.

Que hasta puedo compartir por origen familiar y personal, pero que es una visión carlistona, ultracatólica y con tufo grotescamente racista. Aunque luego un senegalés de adopción que hable euskera que sea director de inmigración o incluso Iñaki Williams o la Garbiñe de cuando nos vimos por Venezuela, puedan representarles en el exterior.

Claro que se le ha ocurrido personalmente a mi diputado turolense que me representa como oscense, como rico y como pobre.

Imagínate, Itxebe (Esteban en euskera), lo que significa nacer condenados en nuestra generación a vaciarnos en Valencia por no contar tu nación con recursos propios para ofertar todas las titulaciones. Y convertir a los propietarios de pisos de Teruel en rentistas de universitarios. Por flagrante incumplimiento del Compromiso de Caspe y la Concordia de Alcañiz, por dejación de nuestros propios convecinos.

Pero no, fuimos y seremos frente de todas las contiendas. De esas de las que el nacionalismo vasco salió menos republicano, o al menos desteñido.

E incluso Guitarte habrá llegado a la conclusión que la autodeterminación hipotética del Reino de Aragón como Corona y Confederación a Teruel es lo que menos le conviene a su territorio, sin renunciar a su ideología pero amalgamando a las asociaciones turolenses cuyo mínimo denominador es la búsqueda de una justicia material, que no una discriminación positiva, para toda una provincia.

Que lo que más hace falta es que Europa cofinancie, apueste y rehabilite un eje ferroviario que no sea decimonónico y que vertebre el valle del Ebro. Sin dejar de reconocerle a Biel, cuando existió, el buen uso ocasional del Fondo Especial de Teruel y la labor anterior hecha desde Zaragoza e incluso Madrid para plantar Tarnac o potenciar el jamón y Albarracín.

Que tienen que llegar ciertos aragoneses para que se potencien centros de reparaciones de aviones, se desdoblen autovías, se mueva Canfranc o se mantenga el colegio de Peracense es lo que hay.

Y como han llegado para quedarse, es obvio que este debate provocado por un diputado y dos senadores por vocación de Teruel sí que ha dejado claro que, más que mercadear con su voto para apuntalar, aquí de lo que estamos hablando es de otra cosa: de la inutilidad de nuestra democracia representativa para representar a la España interior.

Que más allá de en su partido, al diputado 52 de Zamora del PP o al que haga el 98 del PSOE en Almería, por ellos consentidos, le dejan de ver en todas partes. Que las listas cerradas han tenido el único cometido de obtener representación trucada para alimentar los debates que únicamente se perpetran en los medios de comunicación del forro.

¿Es el nacionalismo una cosa de ricos? No sé, puede que un sistema federal también lo fuera. Pero traería como positivo el aumento de la responsabilidad de los representantes con sus votantes. Porque para seguir alimentando desigualdades foralistas, ningún partido ni político de los que conforman los 2/3 de las Cámaras se ha planteado que una solución estructural para Teruel, Cuenca o Soria sea, además del reforzamiento estratégico de Zaragoza, la de que un Senado que maneje una parte del presupuesto decida.

26.11 Luis Iribarren

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