7.12.19

Puntos de energía del alma aragonesa, ¿de fuera de Aragón?

En una tertulia de inglés, estuvimos hablando en el idioma de McEwan y de Paul Gascoigne about La Balma. El santuario principal del Maestrazgo que, por poco, es Castellón.

Se reflejan su conjunto disimulado en roquedo en las aguas del Bergantes, que desemboca en el Guadalope en Mas de las Matas. Configurando su curso esas gargantas valles kársticas, calizas y rojizas, matizadas por el verde oscuro pino.

Lugar de encuentro de romeros de todos los Maestrazgos, de masoveros aragoneses o valencianos a las órdenes de Cabrera en Morella e irreductibles. Personajes acostumbrados a vivir sin luz, agua ni calor garantizados, como las actuales tribus amhara del kef del Alto Etiopía, abrigados por su propia lana y queso. Los causantes como grupo de emigración del desarrollo de Binéfar y el oriente oscense.

La Balma es sentimentalmente Aragón pues la laminan aguas de baño frías y cristalinas que al Ebro vierten. Lo fue todavía más para mí desde ayer, pues me fue narrado como se alquilaban sus dependencias para el veraneo de varias familias. Creándose un vínculo paísaje-ojos de niña que todavía hoy le vidria la mirada.

Lo mismo cabe decir de la significación para Aragón del santuario principal de Navarra, el monasterio de Leyre –derivación en euskera del nombre legionario, lo que revela una etimología compartida con todo su valle-.

Compartiendo valle con San Juan de la Peña, constituyen parte indisoluble del mismo eje histórico del río Aragón, que nos da nombre aunque discurra más atravesando Navarra. Y que fue tan estrecho que llegó hasta la compartición de monarquía y posteriores guerras defensivas.

Las algaradas provocaron la refundación de los núcleos de fuero franco mercantil –laissez faire y sobre todo passer- de Artieda, Tiermas, Cáseda, Sos, Rocaforte, Aibar, Lumbier, Ujué, Berdún o Mianos en sus actuales emplazamientos en colina o meseta y a ambos lados de la frontera.

También aportaron singulares elementos arquitectónicos de remate-fortificación a las iglesias-fortaleza de Olite, Sangüesa, Uncastillo, Sábada ó Ejea. Todas ellas con características torres almenadas con caminos de ronda. Tallados por canteros de Rocamadour, Sarlat, la Roque Gigeac y demás ciudades del románico perigordino.

Vayamos con el último punto de encuentro en ese accidente geológico frontero, ese castillo ibérico por sistema como es el Moncayo. Su vertiente castellana ofrece la singularidad de que la montaña no parece tan hegemónica, boscosa ni dominante. Nos hallamos, por tanto, ante un Kilimanjaro o Fuji imperfecto por acción de la alta meseta castellana.

La riqueza botánica por pisos del dios mineral solamente se revela en su cara norte aragonesa, más expuesta a las lluvias de cierzo, humedades y sombras que garantizan abundancia micológica.

El punto de energía en territorio castellano con efecto y rendimiento de terceros es la surgencia que provoca el nacimiento del Queiles.

Como en el caso del valle de Benás y la desviación kárstica de aguas al Garona del Aneto y Maladeta desde el Forau de Aigualluts –gotas de las cuales son girondinas entonces, no fertilizando el arroz ni aguas del Delta del Ebro-, el nacimiento a borbotones del Queiles en Vozmediano (Soria) se produce en el segundo manantial en caudal de Europa. Que roba las aguas de todo el sistema moncaíno al Duero regalándola para fertilizar la huerta de Tarazona, Cascante y la más fina de Tudela.

05.12 Luis Iribarren

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