En la Guía de Zaragoza del año 1860 nos relatan levemente el uso de los carruajes fúnebres o vehículos mortuorios específicos para una ciudad que necesitaba entrar en la normalidad moderna, por decirlo de alguna manera. Creerse que ya era una ciudad importante y debía tener unos servicios acorde a su tamaño.
Pero en esta nota se explican además detalles curiosos del traslado de los fallecidos por Montemolín hacia el Cementerio que hoy conocemos mejor como el de La Cartuja, cuando no es verdad el nombre por el que lo conocemos, pues es (ha sido) un cementerio con muchos usos y algunos muy curiosos.