Sus talleres, no muy grandes, estaban en los bajos de la calle Porcel entre San Miguel y el Coso, casi enfrente del otro diario aragonés, El Noticiero, que junto a Heraldo de Aragón formaban el triunvirato de la prensa de aquellos años.
El Amanecer era un diario grande de tamaño con 16 páginas normalmente, impreso en un papel de prensa de calidad justa y por ello bastante amarillo, que tenía una maquinaria que nunca se modernizó. Pero era un taller especialmente hermoso por lo que representaba entrar en su interior y trasladarte a tiempos viejísimos. Mucho más que los talleres de su vecino El Noticiero. Era casi diáfano y el olor a papel y tinta, los azules de las batas y monos junto al marrón y el negro de la maquinaria, se trasladaba al New York de los años son, por haberlo visto retratado en películas.
Ya en sus últimos años, su (casi) último directo Ángel Bayod, intentó sin éxito cambiarle la cara y el tono, pasa de ser en el subtítulo un “Diario Aragonés del Movimiento” a quedar solo con un clásico “Diario Aragonés”, pero seguía sin ser visto como un diario capaz de ofrecer información moderna y válida para los nuevos tiempos. Sus tres años al frente del diario terminaron cuando haciendo uso de sus facultades como director, y de sus ideas cercanas a las extremas derechas, impidió que desde el diario se informara del atentado al diario madrileño El País.
Los trabajadores de el Amanecer se rebelaron en aquel 1978, ya en el inicio de la Transición, y se cambió a un nuevo director, Guillermo Tena Fatás que estuvo escasamente un año sin lograr levantar el diario, que como parecía lógico al final tuvo que cerrar.
El Amanecer era un diario grande de tamaño con 16 páginas normalmente, impreso en un papel de prensa de calidad justa y por ello bastante amarillo, que tenía una maquinaria que nunca se modernizó. Pero era un taller especialmente hermoso por lo que representaba entrar en su interior y trasladarte a tiempos viejísimos. Mucho más que los talleres de su vecino El Noticiero. Era casi diáfano y el olor a papel y tinta, los azules de las batas y monos junto al marrón y el negro de la maquinaria, se trasladaba al New York de los años son, por haberlo visto retratado en películas.
Ya en sus últimos años, su (casi) último directo Ángel Bayod, intentó sin éxito cambiarle la cara y el tono, pasa de ser en el subtítulo un “Diario Aragonés del Movimiento” a quedar solo con un clásico “Diario Aragonés”, pero seguía sin ser visto como un diario capaz de ofrecer información moderna y válida para los nuevos tiempos. Sus tres años al frente del diario terminaron cuando haciendo uso de sus facultades como director, y de sus ideas cercanas a las extremas derechas, impidió que desde el diario se informara del atentado al diario madrileño El País.
Los trabajadores de el Amanecer se rebelaron en aquel 1978, ya en el inicio de la Transición, y se cambió a un nuevo director, Guillermo Tena Fatás que estuvo escasamente un año sin lograr levantar el diario, que como parecía lógico al final tuvo que cerrar.
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