Aunque uno de leyes entiende más bien poco, soy capaz de percibir lo que es justo o no y es por lo que, a tenor de lo que está pasando estos meses, me pregunto si lo deseable sería cultivar el respeto por la justicia más que por la propia ley.
También quiero entender que a pesar de que una ley se considere injusta nunca puede ser tratada como tal. Ni tampoco que la voz de la mayoría pueda ser prueba de justicia. Y digo esto pensando cuán diferente podría haber sido todo en el actual conflicto que divide a nuestra sociedad si la ley y la justicia fueran siempre de la mano.
Porque hay jueces que tienen el deber de dar el mismo trato al reo independientemente de quien sea y esto, a veces, no ocurre.
Casos como el ministro Rafael Catalá y la cúpula fiscal del estado, ambos acusados de interferencias políticas en los casos de corrupción del PP, Urdangarin, Torres y otros corruptos ilustres y aforados han creado un cisma de desconfianza hacia los jueces y fiscales.
Los infractores que se han saltado a la torera el Tribunal Constitucional y sus propias leyes en el “Procés” basándose en esa irregularidad de nuestra justicia, han generado una contestación unánime de todas y cada una de las organizaciones independentistas contra una justicia que consideran politizada y discriminatoria hacia ellos, excusa para hacer de sus presos mártires de la causa secesionista.
No seré yo en este caso quien quite la razón a su señoría Carmen Lamela por encarcelar a ocho ex Consejeros, pero esa falta de equidad ha servido y sirven como argumento al infractor que asegura tener un trato discriminatorio.
Claro que algunos de estos, como los señores Puig y anteriormente Santiago Vila, los mismos que en su consejería de cultura se han reído del Constitucional con el tema de nuestros Bienes de la Franja, ahora piden al mismo tribunal amparo ante lo que creen injusto.
En su mejor momento, el ser humano es el más noble de todos los animales; separado del derecho y la justicia es el peor. Ya lo dijo Aristóteles.
Daniel Gallardo Marin
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