Ayer el Real Zaragoza en Almería demostró lo que es, y eso es bueno, incluso muy bueno si lo que queremos es que cambie a velocidad de vértigo. Ya no se trata de subir a Primera División, algo imposible tras 15 partidos débiles y de trampantojo. Pero al menos debería tratar como equipo que representa a la ciudad de Zaragoza de ser dignos en una Segunda División dura y rocosa, donde también se puede demostrar que se es alguien importante.
Ya no se trata de crear equipo para subir a la Primera División, se trata de no hacer el ridículo, de no aparentar que se sabe a lo que se está y luego dejar claro que parecemos un paseo de verano.
El primer gol del Almería era toda una declaración de intenciones. De intenciones del Real Zaragoza.
El tercer gol una impotencia manifiesta de quien no sabe estar ni arriba ni abajo.
No se trata de hacer sangre, tampoco de lograr fichajes de invierno que no sirven para salvar. Se trata de una puta vez de lograr respeto, de saber estar, de admitir que incluso para estar en Segunda división hay que respetar para que te respeten. Y admitir que si no se sabe lo suficiente para estar en el Real Zaragoza, un gran equipo deportivo, lo que hay que dejar es de mentir e irse o no venir.
No se trata de señalar líneas, jugadores o entrenadores. Para estos caminos, muchos de los que hemos echado con cajas destempladas lo hubieran hecho mejor. Y son ya excesivos años. Es una empresa privada en su gestión, pero mientras lleve el nombre de la ciudad, es una empresa pública que le pertenece a la ciudad.
Julio Puente
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