27.2.20

Aragoneses orientales: Amin Maalouf y Omar Sharif

Le debemos demasiado a las ciudades levantinas del Mediterráneo en Aragón entendido en sentido amplísimo.

Tanto les adeudamos como lo sería una forma de comer y de negociar en el común mare nostrum, la letra de cambio, mi y nuestra propia escritura depositada en tantos lugares santos que almacenan textos no virtuales con origen en Biblos y ya existen en cada pequeño pueblo de nuestro entorno.

La importancia del cedro y el sándalo, de la berenjena sin amargor y la duda cristiana arrasada por los comerciantes de Nicea. Las taraceas, artesonados, la naranja para no morir de escorbuto y, hoy, el falafel para poder ser vegano.

Todo eso me lo viene recordando Maalouf toda mi vida: me reconcilió a los 25 poniéndome en la mente Samarkanda como una segunda Zaragoza a la que todavía no he ido por pereza.

Ha vuelto a conectarme a mí mismo desde su último ensayo: “El naufragio de las civilizaciones” en que pone el acento en su memoria afectiva, relativa al Egipto en que se enriqueció su abuelo hundiéndose por disensiones internas que toda sociedad tiene, y también la nuestra profundamente nacionalizada por todos los voceros y altavoces. Con esa red de campo de bádminton llamada Aragón territorio.

Tenemos inequívoca relación con el desastre sísmico que viene asolando a todas las ciudades levantinas desde Alejandría a Odessa en Ucrania, centro de todos los mundos. 

Sumemos la vigencia de Tel Aviv como la tercera ciudad más importante de California, y sucumbiremos a esta fascinante tierra. En conexión con el incienso, el papiro y el mango, el pensamiento libre de convivencia entre religiones, el vino sufí en el Islam de Omar Qayyam, el Monte Ararat como símbolo para todos y dador de cada gota de agua mesopotamia.

Que no nos engañe el parque temático Dubai en ese sentido. Ni que se retire en Qatar tanto idiota de barrio amaña-partidos. Los periodistas árabes en ellos concentradas añoran ese café con perfume de conversación y zoco que conserva Zaragoza.

Por enésima vez, inolvidables páginas del maestro Maalouf sobre ese Cairo o Beirut anteriores al desplome, anteriores al naufragio como él lo califica. Naufragio justamente por diluvio programado, con el resultado de la permanente diáspora de todos los pueblos de Levante, excepto retornos puntuales del pueblo elegido por Yahveh… Ironías históricas…

Vamos camino de ser los pueblos del libro que se cae de las manos.

Pone el lagrimal como un microondas su crónica del final de la influencia de una inteligentsia árabe, cristiano maronita, palestina o judía que representan el propio Maalouf, pero también Amos Oz, cómo no el magnífico Naguib Mahfouz… que llegaron incluso a gestionar cultura y educación.

Pero también, de forma visual, la degradación de la gran arquitectura y urbanidad: la demolición o cicatrices infligidas a las residencias opulentas en el entorno de Suez, en la corniche de Alejandría o del Nilo de todos los egiptizados…

Ese momento histórico en que los judíos levantinos, las estrellas libanesas del cine Zhivago como Sharif, el Cavafis greco egipcio… Las rotundas interpretaciones de la más grande de los rubaiyat de Jayyam, la profunda y rica en limo Um Kulzum… coincidieron en clave de laberinto creativo interior y educación y orgullo por la convivencia con los de otro origen y credo posterior.

Es curioso que se advierta una mayor educación base hacia los demás y su diferencia de la generación utilizada por el franquismo que en las hedonistas posteriores.

En un momento determinado de su recorrido memorístico, Amin pone el acento en el santo advenimiento como líder árabe del, tan copiado por Gadaffi y otros, rais general Gamal Abdel Nasser. 

De la importancia histórica de su gobierno fuerte e influido por la URSS para arrasar con toda diferencia, expulsar a todos los judíos y europeos levantinos de Egipto y propiciar la actual pureza de todas las sangres a favor de la árabe de funestas consecuencias. 

Lo relaciona con las posturas de fuerza del obstinado Churchill para conservar los intereses ingleses en Suez. Acierta. Son historias que predicen que Líbano, Siria e Irán nunca levanten o levanten demasiada cabeza.

Compara, salvando las distancias históricas, la actitud de Nasser –el segundo profeta del pan arabismo- con la de Mandela tomando té con la viuda de su carcelero, incentivando la integración a través del rugby para salvar la economía sudafricana en manos de los boers afrikáner.

Haciendo dejación de ideología a favor de tolerancia por intereses no meramente personales, sino por conveniencia económica para el conjunto del país.

Me ha hecho pensar en que quizá la transición que abomino por dejarse la igualdad material de lado y crear una abominable casta de políticos amateur intencionados: la liderada por los bancos, El Corte Inglés, las selecciones rojitas, las Expo y Barcelona Olímpicas, las no leyes de punto final… quizá no sea tan equivocada.

Seguro que no lo fue para esa noción de relativa prosperidad general de la generación del ladrillo vitrificado y puerta por la que entre el tractor; tampoco para propiciar la llegada masiva de mi generación a la Universidad; nunca para el asentamiento americano de retorno, para la devolución de la dignidad de los judíos y demás gentes del libro expulsados por los Reyes Católicos con los que, es una verdad histórica, seguro que se hubiera podido aprovechar mejor los recursos de los nuevos continentes.

Los hugonotes expulsados de Francia propiciaron el desarrollo económico de la City, Berlín y Montreal; los judíos de origen aragonés, el crecimiento económico de Estambul, de Túnez o Alejandría; el hundimiento de la huerta del Ebro sin moriscos ocasionó hambre de siglos…

Me pregunto si no se puede arreglar la cosa para que España Federal, incluyendo la capital cultural del Mediterráneo Oeste pero también las tertulias madrileñas y zaragozanas, pueda recuperar ese ambiente de gran cultura, de polo mundial de creación artística.

Shakira, Medem, Spielberg y tantos otros son hijos de esa diáspora. Hemos relevado a Alejandría. Si perdemos el rebufo y ponemos el ventilador del cierzo, no será porque Maalouf no nos lo haya advertido con comino, humus y sésamo.

No nos empobrezcamos culturalmente, por propia conveniencia.


25.02 Luis Iribarren

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