Decido entonces ser una nana
Me envuelvo en papel de cebolla
Me aletargo urdiéndome en tu vientre, sigues dormida, con tus alas rotas emprendes un vuelo lento y tranquilo
Veo un hilo que toca la tierra y lo estiro con fuerza pero se deshace en mis manos, me quema
Vuelvo a preguntar y nadie me contesta
Mi cabeza se llena de nanas y tu sueño se convierte en la inmensidad del silencio.
Cristina a Pilar Muro. La madre
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