Esta mañana he visto a unas personas en soledad brutal en el barrio de Las Fuentes de Zaragoza, junto a un supermercado. Un hombre y una mujer de mi edad, sesentones y separados unos 200 metros para seguir estando solos entre los solos. Junto a una de ellas había un carrito de otro supermercado lleno de sus pertenencias, en el otro caso sus “cosas” estaban amontonadas en el suelo. Es Zaragoza, no es Zambia o Marte.
La soledad con hogar es morir en vida, es no escuchar música, es no poder leer, simplemente porque no sabes para qué. La soledad en la calle es lo mismo pero además in posibilidad de empujarte tú mismo a intentarlo. Ya no quedan ni ganas.
Somos una sociedad que además decimos ser cristiana, lo cual es maravillosamente cínico. En el mundo árabe esta soledad es mucho más compleja de encontrar pues la vejez es un activo de experiencia y de amor y respeto que se cuida. Nosotros somos cristianos de Catecismo, de mentira, de olvido. Pero miramos hacia el suelo y seguimos andando.
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