7.11.19

Aragoneses: Mariano Paredes, nuestro padre soriano cabal, sabina espaldada

Siempre salió Mariano Paredes de casa con la sonrisa puesta, el pantalón de tergal bien planchau y sus camisas de cuadrito que le avejentaban. No llamando ninguna atención, torpe en indumentaria y ligero en equipaje…

La procesión de su ahorro franciscana iba por dentro. Primera lección que me dio como tantos otros que se están yendo, en mi montaña a la que estaba invitado y nunca vino.

La esquina del Camino del Vado con la Travesía era su territorio “Smoke”, personaje que dominaba su entorno concreto como su paisano Rodríguez de la Fuente las cárcavas, barrancos y lugares de horizonte lejano.

Como tantos camareros de la época, que se diluían como protagonistas de su Ulyses nada más dar el primer paso fura de su barra, tímidos en escala de 10 Richter.

Fue un soriano zaragocista, como lo fueron mis compañeros universitarios que ahora irían a Valladolid. A cambio, les han denominado el untuoso vino de San Esteban de Gormaz y aledaños como Ribera.

En el caso de la principal ciudad que fue de toda la cabeza de Extremadura, Zaragoza, nuestra capital de Aragón de tanta acogida ya vive un poco de espaldas al somontano de Urbión porque así ha tocado.

Los jóvenes sorianos, como fue Mariano, miran, vibran y se dirigen a su capital autonómica por necesidad de planta o ya a Madrid por devoción. Atravesando su provincia de robles y sabinas por Almazán hasta Medinaceli.

Avatares de los polos de desarrollo hicieron que este singular personaje, con más correa aún que su paisano Posadas presidente de las Cortes que me lo recordaba en el hablar, formara parte de aquella vida de buena vecindad, rodillas siempre peladas, fútbol sobre grava o mallacán, ribazo de primer beso urgente e iniciación al tabaco por la vía de los Krüger, que nos vendía su cuñau.

Mariano fue papelero, paciente como segundo padre sea cual fuera tu personalidad, un sereno de los de luz del día que siempre estuvo pendiente y echando muchos ojos multiplicados para sustituir a nuestras familias en su imposible vigilia… Resulta que tenía la suya propia, increíble… Pero asumió toda esa responsabilidad… Lo estáis pensando y lo voy a escribir, ésa que ya nadie quiere ni conoce…

Cuántas veces no llegaríamos a pasar por su esquina y él a registrar en su máquina mental de fechar. Inhalando aquel olor a tenería permanente. Porque como Sabi el lindano, hemos sido un barrio con olor a Bombay.

Qué gran vecino y persona se ha ido. Le veíamos más que a nuestro propio padre, ejerció de tío de todos nosotros porque cada madre tenía demasiado crío pequeño por detrás como para controlar…

Siempre fue paciente en cada pedido. Si los curas del colegio le obligaban a ser proveedor en cuádruple salto mortal, él era capaz de identificar la necesidad, pedirla y suministrarla. En esta época de ingenieros o comerciales especializados, meros reponedores, es imposible calibrar su dimensión.

Como nuestras familias daban muchos otros pluses allá donde hiciera falta. En la alta cocina, en la atención a la dependencia, en la confección a lo parisienne para vuestras hermanas, en el repaso matemático desde el analfabetismo… Sobre todo, echando más horas extras fuera y en casa que unos cabrones…

En este lugar rodeado de ferrocarril, contaminación y boira fría desde el que se cruzaba a Zaragoza, en que se hizo rico el que luego compró el Zaragoza, al que tú pasabas al revés porque nunca lo pudiste olvidar por inquieto… El que no te dejó regresar a tu Soria…
Te has ido, Mariano. Prometo nunca más volver a comer regaliz de palo.

07.11 Luis Iribarren

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