Los mudéjares, los domesticados árabes que siguieron viviendo entre los cristianos tras la reconquista estuvieron por Aragón casi cinco siglos hasta su definitiva expulsión en el siglo XVII cuando en realidad ya quedaban muy pocos.
En un principio, y asentados sobre todo en Aragón, luego en el Levante español y en los últimos años en la Andalucía ya reconquistada, formaron sus propias comunidades islámicas donde eran respetados, sobre todo por representar una mano de obra barata y controlada, además de muy valiosa por su formación como artesanos, albañiles y agricultores.
DE todos los mudéjares, es el aragonés por sus particularidades el que resulta más apreciado y de más calidad. Se mezcla el trabajo en ladrillo con los vidriados y decoraciones en color, que le ofrecen además de una originalidad propia, un seguimiento más cercano a lo que representó la cultura árabe en su arquitectura. Posiblemente porque en Aragón se conservaron partes de edificios árabes, que con retoques y reformas se convirtieron en edificios mudéjares.
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