20.1.24

Los tonos grises del asesinato del cardenal Soldevila en Zaragoza


El 4 de junio del año 1923, fue asesinado en Zaragoza el cardenal arzobispo de Zaragoza Juan Soldevila Romero en la zona del Terminillo, en la Torre de las Paulas de la congregación de San Vicente Paul, una escuela asilo de Zaragoza cuando iba en coche con su chofer a visitar el lugar, como hacía todos los días sin saber claramente los motivos aunque había rumores nada dignos para esas visitas.

El chofer Santiago Castanera resulto gravemente herido por los disparos que se efectuaron desde detrás del coche en el que iban ambos. En el coche iba también su mayordomo y sobrino, el presbítero Luis Latre que resultó herido leve.

Era un cardenal muy apreciado en el Aragón conservador y rural y muy contestado en el Aragón más progresistas y obrero por dos gestiones que en aquellos años resultaron importantes para la sociedad rural, pues defendió los regadíos aragoneses desde Huesca y apoyó con fuerza la construcción de viviendas sociales, a través de una Caja de Ahorros de nueva creación que con los años se convirtió en la CAI.

Era un ferviente defensor del sindicalismo católico y un defensor a ultranza de la educación religiosa dentro de todas las escuelas. Había logrado que el Pilar fuera declarado Monumento Nacional. Pero sobre todo se le conocía su influencia a veces tremenda sobre la política en España, no parecía un miembro de la iglesia, sino claramente un político dentro de la iglesia.

Enseguida se encontró con la enemistad de los anarquistas aragoneses por sus fuertes tesis catolicistas y en contra de los sindicatos de clase, y parece ser que fue asesinado por un grupo anarquista llamado "Los Solidarios" como respuesta al asesinato en Barcelona del sindicalista anarquista Salvador Seguí.
 Aquel asesinato junto a otra serie de atentados en las semanas previas y posteriores propiciaron que en septiembre de aquel año el general Primo de Rivera diera un Golpe de Estado en España.

Fueron acusados de su asesinato cuatro hombres y una mujer, dos de ellos como autores materiales de los 13 disparos que acabaron con la vida del cardenal Soldevila por un disparo que le entró en el corazón. Tras diversas detenciones el más conocido Francisco Ascaso entró en prisión en la calle Predicadores, de donde se escapó en noviembre de aquel mismo año.

El previsible segundo anarquista que disparó aquella tarde, Rafael Torres que había logrado huir a Francia, fue detenido meses después y condenado a muerte aunque se le conmutó. Ambos fuera de la cárcel por diversos motivos en la Guerra civil, murieron en la guerra. Rafael fusilado y Francisco en la batalla de Atarazanas de Barcelona.

Sobre este atentado hay serias dudas sin aclarar. por el tipo de pistolas y los disparos que apuntan a tres armas diferentes y no a dos. Y por una coartada de Francisco Ascaso que lo situaba a la hora del disparo en la calle Predicadores visitando presos. Hay que decir además que ambos detenidos tenían en ese momento 22 años de edad. Y también que algunas teorías apuntan a serios problemas familiares con sus pertenencias y riquezas, que semanas antes habían propiciado algunas visitas no claramente concretadas.

En 1898, cuando España se desangraba, Soldevila fue nombrado senador para España y eso hizo que fuera elegido como la persona destinada a provocar y no ya solo en España, una corriente de acción y reacción por unir religión y política en los máximos órganos del poder de aquellos años. 

Hombre de pensamiento ultraconservador, insaciable a la hora de exigir mayor presencia de la Iglesia en todas las facetas de la sociedad, parecía la persona elegida para provocar y aumentar al poder de la iglesia y de los militares, como así sucedió.

El poder del anarquismo en aquellos años era muy alto en Aragón y desde sus órganos de expresión se decía que el cardenal Soldevila era dueño de turbios negocios en el mundo del juego y los cabarets, con una gran riqueza amontonada sin saber bien cómo; que tenía relaciones íntimas con una monja del asilo al que visitaba todos los días; que manipulaba las elecciones en Zaragoza y que patrocinaba el pistolerismo en Aragón y en España.

Por poner un último ejemplo de su forma de gestionar la religión, ordenó que los presos de todo tipo incluidos los políticos, escucharan misa en las cárceles lo que sin duda provocó un fuerte rechazo social en la tensionada sociedad zaragozana.

Dicen las lenguas de rumores, que enterado el Papa Pío XI del asesinato de su cardenal, ordenó que al menos en 100 años, nunca a la diócesis de Zaragoza fuera nombrado un cardenal para gestionar la diócesis. Y en esas estamos, aunque ya hayan pasado más de 100 años, aunque en serio, eso a la sociedad zaragozana actual, se la trae al aire fresco del Moncayo.



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