9.1.24

19 HUESCA 24 - Por estética y humanidad



Siguiendo la estela del dedicado a la sociedad zaragozana, describamos diversos avatares oscenses. Ya que, como afirmaba por esas fechas James Joyce, que entendió que había que escribir sobre la cuestión irlandesa y la represión católica moral necesariamente emigrado, ya que no podemos cambiar de país, cambiemos de tema.

Del mismo autor se dice que afirmó que la historia es una pesadilla de la cual estamos intentando despertarnos. A mí la pesadilla en el caso de mi provincia no me parece histórica, sino la condición de escenario, de destino para la aventura, que tiene hoy mientras su población y vida cotidiana languidecen.

1924 fue un momento de emprendimiento y planificación para la ciudad capital y su provincia. En cocimiento proyectos ferroviarios, hidráulicos y culturales, el camino salía al encuentro del Alto Aragón y los Pirineos centrales. No fue la época, en expresión de Joyce sobre los irlandeses, en que los oscenses vivieron, rieron, amaron… y se marcharon.

Pensad en toda una capital de Aragón como Jaca como escasos 5.000 habitantes, albergando varios cuarteles, pero que municipios de su entorno tales como Ansó, Echo y Berdún superaron 1.000 habitantes en la época y albergaron florecientes comercios, invirtiendo en los primeros camiones a motor. Cuestión a extender en cuanto a la importancia y fuerte crecimiento de Graus, Benabarre, Berbegal, Ayerbe, Biescas o Grañén como, entonces, poblaciones con Notaría, ciudades intermedias.

Así y en la ciudad de Huesca su gente fina aún no usaba gasolina, salvo grandes propietarios, pero sí empezaba a jugar al tenis e ir a caballo, por imitación de la sociedad matritense y parisina. Se hallaba en su punto álgido la urbanización del entorno de su casino modernista, sobre huertas que se regaban por aprovechamientos del pantano de Arguís, y según proyecto del topógrafo zaragozano Dionisio Casañal y Zapatero.

Todos los visitantes a la ciudad debéis deteneros por una tarde y subir a sus salones. Especialmente bella y producto del excelente estado de la artesanía oscense en la época, os recomiendo disfrutar de su puerta de acceso, tallada por el ebanista Francisco Arnal Morlán y que me parece la obra cumbre de todo el modernismo oscense.

En todo caso, en 1924 y centrada la sociedad española en la dictadura de Primo de Rivera y las noticias sobre el frente de la Guerra de África –en dicho año mi abuelo estaba luchando en Tetuán de modo semejante al descrito por Ramón J. Sender en “Imán”- aún quedaban unos años para poner el servicio el parque central oscense, orgullo de toda la provincia, y de que se erigieran esa colección de palacetes de la Calle Parque, su límite este par, que me fascina.

Inmuebles donde hoy se asientan el Instituto de Estudios Altoaragoneses, Comisiones Obreras pero aún residen algunas familias. Unos pocos serán seguramente descendientes de los agraciados, como sucedió en Grañén hace pocos años, con el premio de la lotería nacional a finales de la década de los 20. Las siete familias que encargaron inmuebles de postín al mismo arquitecto, Bruno Farina. Que proyectó varios proyectos en esa calle que se abrió en Zaragoza para comunicar Coso con Echegaray, que inicialmente se llamó de “la Yedra”, se llevó por delante palacios renacentistas como el de los banqueros de la judería Zaporta, y hoy se llama San Vicente de Paúl. Volveremos sobre este gran arquitecto.

Sí que se hallaba a punto de caramelo, tendría lugar en 1925, la finalización de un teatro-cine especial aún hoy, diferente a todos y felizmente restaurado, con butacas de terciopelo rojo como el Principal de Zaragoza o la Ópera de París y una soberbia lámpara central art-déco. Un edificio que ha permitido disfrutar a Huesca, especialmente después de los años 80, de una espléndida programación musical, de óperas y para albergar con enorme dignidad las galas de su Festival de Cine.

Me refiero al Teatro Olimpia, erigido en el Coso Alto. Iniciativa de la fundamental familia para la modernización y desarrollo de la cultura oscenses Pie, que llegaron a tener banco propio. Cuando deambulas por el Partenón, el castillo de Aragón almogávar ateniense, es indescriptible hacerlo como oscense y recordar que su bosque de columnas fue inspiración del teatro de tu ciudad.

Uno de sus componentes, impulsor del teatro, fue Antonio Pie Lacruz. Personaje crucial como emprendedor de la época, en su tiempo libre no jugaba al tenis, sino que se aventuraba a la escalada y senderismo como uno de los primeros pirineístas propios.

Su compañero en ocasiones sería el magnífico fotógrafo y farmacéutico Ricardo Compairé, autor de recetas magistrales en dos direcciones. Una revelando y dejando para la posteridad imágenes de paisaje y paisanaje oscenses, para lo que navegó toda la provincia. Fue en 1924 cuando su afición se le fue de las manos y abrió una tienda de revelado y fotografía anexa a su farmacia de la calle San Orencio.

Muerto el oscense más insigne como pensador, en mi opinión Lucas Mallada, en el reciente año de 1921, en el año que nos ocupa se le encargará a Ramón Acín un boceto de escultura que se hizo realidad y, hoy, me parece la más bella del parque Miguel Servet.

En 1924 tenemos al componente oscense de la Generación del 27 e íntimo de Luis Buñuel, Pepín Bello, estudiando en Madrid y oficiando como pegamento de artistas de modo parecido a como hace en la actualidad Luis Alegre desde Zaragoza. De él se ha llegado a afirmar que es uno de los más grandes artistas españoles sin obra. Propio de somarda bien humorado y con buena educación.

Al hijo de Larrés, Santiago Ramón y Cajal, lo tenemos haciendo fotos y teniendo que ir a París a recibir, nada menos, que la condición de Doctor Honoris Causa por la Universidad de la Sorbona, la meca científica de occidente.

Al prestigioso anarquista y enorme narrador del Bajo Cinca, el citado Ramón J. Sender, lo hallamos frontalmente opuesto a la dictadura de Primo desde las cocinas del novedoso diario madrileño “El Sol”, una vez vivió en carne propia el matadero de capolar que suponía para los quintos ir a Marruecos. Después, como se ha citado, lo reflejaría magistralmente al que se considera, con Max Aub, principal novelista de la generación de Pepín Bello.

En el resto de la provincia en el año que nos ocupa se incendió el Seminario de Jaca y se trasladó a la Avenida del Parque, inmueble que hoy también languidece; en Sabiñánigo empezó a funcionar su fábrica de explosivos y se erigió uno de mis bares habituales, el Centro Instructivo, para organizar las fiestas de Santiago. Curioso es mencionar que, con el advenimiento de la República, la Comisión de Festejos pasó a ser paritaria.

En 1924, tenemos redactado definitivamente el pantano de Yesa, que hoy anega Jacetania Occidental en parte, pero en el resto de la provincia se desarrollan comunidades de regantes como la de la de Huesca, riegos del Isuela y Arguís.




Asimismo se publica, lo que fue un aldabonazo, en nuestro “Diario de Huesca” hoy resucitado, una entrada crucial de Ramón Acín que deberíamos recuperar. El artículo “Por estética y humanidad”, un canto a la libertad de expresión de importancia mundial.

A Teodoro Bardají, el renovador cocinero binefarense, lo hallamos en Madrid. Ha llevado los fogones del Balneario de Panticosa y sido el primer español en trabajar en la compañía internacional de coches-cama (Orient Express y tutti quanti), dirigido los del Casino de Madrid y reclamado como cocinero privado por el Duque del Infantado. Lo que implica decir que por la Corte de Alfonso XIII.

En el oriente oscense, se ordena como diácono en dicho ejercicio al barbastrense Escrivá de Balaguer y se erige, la he disfrutado recientemente en la Feria del Libro aragonés, la chimenea de la Azucarera de Monzón.

Naciendo en Graus Antonieta Sanagustín, la principal modista española en indumentaria tradicional.

Cómo poner en imagen esta añada sería en forma de acuarela, la del pintor turolense Juan José Gárate del entorno del Balneario de Panticosa con la pradera gozada por los usuarios de los hoteles contra un fondo gris mineral, roto por la cascada que baja del ibón principal de Bramatuero.

Termino con otra cita del maestro Joyce, pidiendo perdón por mis omisiones.

La irresponsabilidad es parte del placer del arte.

09.01 Luis Iribarren


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