Dedicado a las familias de todos los miembros del Bico del Rabal de CHA que son una de mis más importantes familias.
Con especial dedicatoria a la de Francho Ros, vivo en nuestro trabajo cotidiano, y la de Julio Puente, para que sigas con la ilusión de publicarte y publicarnos. (Nota al final)
Seamos creyentes o más bien pagano-agnósticos, cualquier descendiente del medio rural aragonés o soriano que residimos en capitales comarcales o ciudades de Aragón, linaje de pastores, creemos en los ciclos de la naturaleza.
Las obligaciones navideñas no son tantas en nuestro corazón. Por cuanto que la Navidad se manifestaba solo en los pequeños núcleos rurales en unos pequeños eventos obligatorios: una mayor importancia de la Misa de Gallo y la Nochebuena como fiesta y la nula conmemoración del fin de año. Más de Reyes, momento de ilusión colectiva con cabalgatas sui generis como la de Berdún, entregándose a los niños los regalos de forma colectiva.
Mi abuelo Adolfo solo nombraba en Nochevieja al hombre que tenía tantas narices como días tiene el año. Había que apartarse de la cadiera y bajar a buscarlo al Puntal a aquellos casi 10 bajo cero que hacía.
También recuerdo que se hacía vino quemau, cada familia con su receta. Con más o menos palos de canela, azúcar o frutos secos y tipos de manzanas combinados. La que cada uno tuviera en su huerta: reineta, Boltaña… Entonces no había de montes japoneses.
Cada vino también era diferente por su mayor o menor acidez según el laco donde se pisara y la orientación de la viña, que daba más o menos grado. Recuerdo el sabor a pasas de las garnachas centenarias de Salamundano de mi familia –laderas que miraban a Aragón, por mirar al río Aragón-, orientadas al sur para resistir el clima frío y seco de Berdún. Eso que ahora llaman terroir.
Si hay una vista de Aragón que me parece las montañas de Judea esa es el Reino de los Mallos, con Riglos y Sarsamarcuello como belenes. Seguro que todos lo hemos pensado alguna vez.
Ciertas familias somos más ácidas y nos gustaba la reineta en el vino quemau y la ensalada de col helada con reinetas y ajo que hacía mi abuela Irene.
Eran tiempos también de mondongo. Mi abuela, que tenía mucho sentido del gusto, hacía el nuestro y probaba el de algunos vecinos. Echando más o menos ajo o pan remojau en vino rancio a la longaniza. Cargando de canela y con poco anís estrellau en las tortetas.
Sarsamarcuello, navidades calladas y no consumistas.
Subía a casa de mi amigo Amadeo de Mamés donde me daban a probar sus tortetas y morcilla… Y eran magníficas, aunque muy distintas. Llevaban más avellana y las nuestras piñones.
Todo un mundo en un pequeño mundo. Por eso, esas son y serán las navidades para mí. Tiempo de compartir, de verdadera paz, de salir al bar los que tenemos familia corta. Hasta en Berdún se ha abolido la Misa de Gallo y la borrachera subsiguiente.
El Corte Inglés, Telecinco y Orange las han sustituido. Pero no nos resistimos a mandaros dos estampas reales belenistas.
Casa masía del Maestrazgo, Cantavieja (Teruel). Portal de Belén no forzado y permanente. El masovero y la masovera, siempre José y María, dispuestos a cualquier trabajo.
Un fuerte abrazo y feliz Navidad. En mi casa, en casa de Francho y en muchas no se celebrará. Pero, por suerte, ahora podemos colarnos en ellas y llorar y reir juntos.
22/12 Luis IribarrenNota del publicador Julio.: Estar en la misma nota que el gran Francho no es correcto. Uno simplemente intenta propagar virus de información, imágenes de este maravilloso Aragón que tenemos escondido, e intentos de ayudar a que todxs vosotros deis luz, que sois como colaboradores, los únicos que ponéis valor, y desde aquí tengaís más ventanas a donde asomaros. Francho era un pensador, y además casi silencioso. Yo hablo de más.
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