Siguen ardiendo los autobuses de Zaragoza (el último un 44) en una muestra más de que Zaragoza está que arde. Mientras nos obligan a hablar de Presupuestos Participativas o de qué color de Línea 2 del tranvía queremos, los autobuses de Zaragoza se nos queman, el Canfranc hay que suspenderlo pues llueve y el viejo y lento tren hacia Teruel y Valencia lo cambiamos por autobuses pues las vías ya no aguantan más.
Parece el Oeste americano, pero es el Este de España y el Sur de Europa. Será por esto. El caso es que Zaragoza se debate entre comprar autobuses nuevos de un servicio que se concedió a oscuras, mientras seguimos asumiendo que cada vez es peor y más caliente.
Resolver los déficit de calidad debería ser obligatorio, como insistir en crear más carriles bus. Somos capaces de diseñar mal y sin conceptos urbanos para que salgan baratos los carriles bici, pero no queremos hacer lo mismo con los carriles bus que garantizarían frecuencias y en algunos casos las mejorarían.
La distancia de calidad entre el tranvía y el bus en Zaragoza es inmensa. Pero sobre todo porque el servicio de bus está empezando a ser entre malo y muy malo. Y si hay dudas preguntar en algunos barrios, por ejemplo en Santa Isabel.
Queremos más tranvías, al menos hasta la Línea 4 que se decía Circular. Pero sobre todo lo que queremos es que funcionen bien por una empresa a la altura de España y no de países como los que está acostumbrados a manejar esas empresas de medio pelo que me han dicho que existen, y que solo buscan transportar ganado de dos patas. Lo malo de los autobuses viejos no es solo que arden en invierno, es que no saben frenar y acelerar y no aguantan ni la calefacción ni el aire acondicionado. Y en España intentamos emplearlos.
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