13.11.16

Leonard Cohen y la judería de Tarazona

Dedicado a Silvia Marqueta y su generación. También por motivos obvios al impagable trabajo entre nosotros de difusión de la cultura judía de la Asociación Sefarad Aragón, a la que todos pertenecemos sin saberlo.

Ustedes, querida Silvia y permítame el tratamiento, tendrán otros profetas, otros rapsodas. Quizá peque de extemporáneo si le menciono a la eminencia Eminem, vate del hundimiento de Detroit, basura blanca, heraldo del advenimiento de Trump. 

La miseria no conoce color en la América profunda, como también habían cantado pero no gritando tanto con el alma Springsteen o había inmortalizado Faulkner.

La brecha de la abolición de la esclavitud nunca superada. La guerra civil que siempre deja huella. El final de la conquista del oeste y de la ruta 66 que genera violencia pero más ansiedad todavía como tan bien lo vio Peckinpah o lo ven los Hermanos precisamente Coen.

Así que, cambiándote el tratamiento, te quito el tema. Te quito al quebecois Cohen como te quitaría a Neil Young. Hablamos ya de tu vecino de Minnessota Dylan. Del ashkenazí polaco Dylan, tan cercano a los “españoles” Cecilia y Ariel Rot, rojo de Rotstein, en procedencia. Como el Martini Rossi y el general Rojo, hay una inquietud judía para bien común a todos ellos. Son y no son, somos y son ellos.

El gran poeta de Sefarad.

Pero se nos ha ido el sefardí Cohen, el francófono Cohen, el expulsado de Sefarad Cohen, el “cuñado” de Fernando Fernán Gómez, al que Franco hubiera permitido vivir durante la Dictadura y el Protectorado en Ceuta, Melilla y Tetuán… Porque le habría financiado su salto a la península en el Dragón Rapid, señores de March y Benarroch. Como tan bien refleja la literatura de nuestro carretero secundario, el gran Martínez de Pisón.

La impresionante judería-call de Tarazona. 
La comunidad judía necesaria para prestar dinero por prohibición de la usura para los gentiles.

Pero mis entradas son arte y extrañeza. En escenario aragonés. Por ello, le vamos a dedicar a Cohen una canción sefardí de su comunidad que tanto significó para Zaragoza y Aragón. Con honor. Y le vamos a dedicar también una imagen la judería de la ciudad donde mejor comería comida casi kosher este judío enormemente laico y merecedor del Nobel tanto o más que su coetáneo y admirado Dylan.

La canción del cancionero popular sefardí que le dedicamos dice así, en el ladino que todavía se habla en Tánger y en Estambul:

Arvoles lloran por la lluvia y montañas por aire
Ansí lloran mis ojos por ti querido amante
Lloro y digo qué va a ser de mí. En tierras lejanas me vo murir

Pero Cohen es más salmódico y elegante que Dylan, es una garnacha viñas viejas y más que lo va a ser. Revisor sin pretenderlo de la herencia de la canción sefardí, pasada por el vals de Viena. También Estambul, Atenas, Salónica y Beirut se respiran en sus arreglos.

Por ello ahora os regalamos un poco del mucho de Cohen, que todavía es gratis. En ese Hallelujah que pone los pelos como escarpias, y aún los pone más interpretado por el poeta maldito ya difunto Jeff Buckley, gran genio de mi generación que nos dejó en la estacada:

Your faith was strong, but you needed proof,  You saw her bathing on the roof     Her beauty, and the moonlight overthrew you

She tied you to a kitchen chair      She broke your throne, and she cut your hair       And from your lips she drew the Hallelujah, Hallelujah, Hallelujah  

El ritmo salmódico de los textos de Cohen solo se puede trasladar sin traducción alguna.

Ya tenemos menos por delante que por detrás, Silvia. Pero viendo como escribes el relevo va a ser magnífico.

11/11 Luis Iribarren

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