9.10.25

Las Jotas, el Pilar y el Ebro, desde el balcón del Barrio Jesús


Dedicada especialmente a Carlos, de la Asociación de Vecinos del Barrio Jesús y su delicadeza haciéndonos respetar el espacio del carril bici ocupado para cantar por el que pasaba un señor discapacitado. Que, por cierto, se paró para oírnos.


La Virgen se mira al Ebro, el Pilar se erigió en uno de los extremos de Zaragoza. Al norte del puente, en el suelo inundable menos en un cogollo de lechuga, no se desarrolló ciudad hasta el siglo XIX y los primeros pantanos, laminadores de desgracias. Quizá por eso muchos oscenses afirman y también por origen pirenaico que somos, con el Actur, Huesqueta Sur.

Los únicos barrios históricos de pocas calles hasta esa fecha fueron el barrio de los cobradores del pontazgo del puente gótico y los labradores de las balsas y galachos, los del Ebro Viejo, llamado Arrabal y el configurado en el entorno de los suelos desamortizados del convento gótico franciscano de Jesús. Colindante con el anterior en el tiempo convento-leprosería de San Lázaro que fue instituido por Jaime I –el de la calle que sigue del cardo romano atravesado el puente, pero que en la época fue una rúa con distintos nombres como Cuchilleros y San Gil-.

Del movimiento económico del barrio en la edad moderna, salida a Huesca y a Francia, da todavía fe el curioso y protegido casco del Arrabal histórico como la excelentemente rehabilitada Estación de los Caminos del Norte.

Abundante en tierras de buena calidad y acequias de regadío que bajaban de azudes de aguas de calidad del río Gállego, las mismas y los términos regados quedan en la nomenclatura de nuestras calles: Camino del Vado, de Valimaña, barrios del Picarral o Cascajo (tierras malas con dolinas), Ranillas.

También tenemos otras dedicadas a pequeños municipios zaragozanos que me encantan como Muel, Longares y Anento; en el Arrabal a los héroes de la resistencia casa por casa de origen muchos oscense (el tío Jorge Villacampa), como también un bosque de higueras que dan fruta plantadas por los yayos en Balsas, una esquineta del que fue el campo de fútbol de los avispas y un pino en San Juan de la Peña que va camino de los ciento cincuenta años.

La bella y de aspecto austro-húngaro Estación del Norte motivó industrias importantes a su alrededor y el barrio llegó a estar dragado para su voladura en el caso de que la Columna Durruti hubiese recuperado Zaragoza para la causa repúblicana ácrata –y habríamos comprobado si es posible colectivizar una ciudad entonces intermedia, lo que posiblemente hubiera horrorizado al influyente Ramón y Cajal, al que llegaron a ofrecerle la presidencia republicana-.

El camino de los Molinos, la Calle Molino de las Armas (albergó una torre con fundición), la de los Caminos del Norte, las Chimeneas y de las Torrecillas dan cuenta de que el agua, siendo que la del norte de Zaragoza no es del Ebro, fue y es vida. Pues las acequias del Bajo Gállego supusieron el asentamiento de las fundamentales industrias azucareras y papeleras al norte y al este del Arrabal y Barrio Jesús, en las carreteras de Huesca y Barcelona, Avenida de Cataluña.

A un lado y otro del río que baja de Francia, alimentadas desde sus azudes que recrecen las sueltas de agua del jacetano Pantano de la Peña todavía dan servicio a hortelanos y regantes. Son, en la margen este del río, el sistema de las acequias Camarera –que convierte en Venecia a San Mateo de Gállego- y Urdán –que riega desde Aula Dei las huertas de Montañana, Movera, Pastriz y llega hasta Villafranca a desaguar-, y al este la que provocó que el barrio de los aguadores de Zaragoza fuera el del Boterón. Pues Zaragoza norte se hidrató con la continuidad de aguas de la Acequia Candevanía que embellece los cascos de Zuera y Villanueva- y, más abajo, por la aportación de la fundamental Acequia del Rabal, que pierde cota hasta regar las huertas de Juslibol y dio riego a las expropiadas para hacer la Expo.

De modo semejante, la acequia de la Almozara tomaba por cota aguas del Jalón desde Bárboles y la de la Romareda bajaba de la Huerva.

Resuena una rondalla en la plaza Jesús, cerca de Altabás y el antiguo cuartel de San Lázaro donde nos vacunaron de viruela y rubeola. Va a recorrer el barrio viejo, parará en el gimnasio riberano de postín y alegrará la tarde noche de los nuevos habitantes de todo pelaje del Paseo Longares.

La destrucción napoleónica y desamortización posterior supusieron la apertura de la plaza y la calle donde nos encontramos los vecinos de años para echar jotas. Emociona verlos con el cachirulo al cuello, su porte aún elegante superados los 90 de buscavidas planchau de barrio ferroviario, sus lágrimas al no poder seguir la jota pero reconocerla con el alzheimer a cuestas.

Así que entonar una jota de esa casi mitad en que se nombra a la Virgen y al Ebro desde nuestro balcón de Jesús y rabalero, entre los abuelos descendientes altos y flacos de repobladores francos y con apellidos agudos o franceses (Almalé, Lisón, Baudín, Casabona, Gayán, Carceller, Cirac, Paúl, Gascón…) en nuestra plaza de pueblo pequeño después de cruzar el río, emociona particularmente.

Entrada asimismo dedicada a los grandes versolaris de la jota aragonesa, delicados y profundos. Qué difícil es decir más en menos, qué magia la del porqué de la aceptación de una letra… Si puedes tú con Dios hablar…

No las pongo enteras para que las tarareen vuestros abuelos que aún recordarán a los carreteros que bajaban de Cinco Villas, a los oscenses que venían de Jaca con pollos en cestas hasta la Estación del Norte.

Viene de Sierra De Luna Y en los collerones llevan. Campanas, campanas, campanas. Las cinco mulas

Si no me tiende la mano, me lo impide la arboleda

Aunque prefiero quedarme con una que cantamos ayer, del Aragón de la sed. Aquella que no había oído hasta ayer cantada por otros y que cantaba mi abuelo de Botaya con otro abuelo de Albalate de Cinca en Tetúan, cuando lo del desastre de Annual, y después a mí de crío mientras merendaba pan con vino y azúcar. Estas jotas que te inoculan y te reservas para cantárselas a quien toca esas dos veces o tres en la vida que son…:

Agua menudica llueve y se rinchan las canales,

Ábreme la puerta, maña; que soy el que tú ya sabes. 

08.10 Luis Iribarren

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