26.11.25

Ebro 07: Aquende o Allende, Miranda y su puente


A la ciudad puerta de industria de Euskadi, al centro burgalés ilustrado por santificado en ubicación en la vía Madrid-París, recomiendo llegar por la carretera que baja por su margen izquierda y deja Frías a la derecha.

Serpentea lenta entre bellos meandros con sotos de ribera, discurre y da acceso a la disimulada central nuclear de Garoña con su torre cuadrada de refrigeración y permite parar en las orillas del pantano de Oyón

El río remansado en el embalse recuerda al Danubio antes de Budapest, lo que de por sí justifica recorrer la vía. Como es interesante la visita al próximo valle de Añana y sus salinas en repisa, un tesoro europeo del Valle del Ebro de la sal, que incluye las minas de Remolinos en Zaragoza y las oscenses de Naval y Peralta de la Sal. Ecosistemas que son escuelas para el estudio de la vegetación halófila. 

 

Los lugares próximos a trifinios nunca decepcionan, siempre son particulares. Con  mayor razón en el caso de esta esquina, pues cerca de Miranda convergen las mugas o fronteras de Castilla, Euskadi y la Rioja. Así, la ciudad se halla próxima a la continental y fría Álava como a la milagrosa tierra de meandros de Haro, abarrotada de viñedos frescos de tempranillo que son regados por los restos de las borrascas cantábricas.

En quince kilómetros al norte o al sur se hallan presentes microclimas mediterráneos y húmedos de costa, sinónimo de riqueza.

 

Al factor posicional de Miranda, el paísajístico y el de gozar de tierras diversas, ha de añadirse el factor logístico. La ciudad burgalesa del norte ha sido histórica parada de postas en la ruta Madrid-Francia en el punto en que la misma cruza el Ebro, tratándose de una ubicación clave en la ruta de la salida de la lana de la Mesta a Inglaterra y Amberes, subastada en Burgos. 

Su exportación, como bien describió el maestro Miguel Delibes en la magnífica novela “El hereje” que tan bien dibuja el paisaje burgalés de montaña –pues el maestro veraneaba en Sedano- se efectuaba por dos rutas principales: la primera con destino final en el puerto de Laredo que ya hemos atendido y se dirigía al norte por las villas de las Merindades burgalesas o una segunda que se moría en los diques de carga de Bermeo-Bilbao-Castro Urdiales por Miranda y Orduña o Vitoria y Durango, respectivamente. La Y vasca no es una novedad de la ingeniería de los ferrocarriles de alta velocidad y siempre se ha dibujado desde Miranda.

 

Por todo ello nos topamos una ciudad industrial en un medio muy rural, como en el caso de Aguilar de Campoo. La misma gozó de notable desarrollo como punto y cruce de caminos, importancia que con posterioridad le arrebataría Zaragoza. En ambas se establecieron importantes industrias a la vera del ferrocarril principal para la exportación española o por ser el centro equidistante de la conexión entre Cantábrico y Mediterráneo.

Capital de la industria no agroalimentaria de su provincia, asentada en el valle del Duero donde Aranda, el espléndido emplazamiento de Miranda fue aprovechado desde el Imperio Romano como base, heredando la colonia el de un castro celta anterior. Se aseguraba con su potenciación el control de la cuenca del valle del Zadorra y las llanadas cerealistas de calidad del altiplano alavés.

La curiosa población puente es asimismo peculiar desde un punto de vista urbanístico. Dado que se ha extendido a partir de dos barrios correspondientes a las poblaciones, que no arrabales, de las riberas norte y sur del río vertebrados a partir de la vía romana, como si de una Buda-Pest del Ebro se tratara. Caso único en todo el valle que la diferencia de Logroño, Tudela, Zaragoza o Tortosa, cuyos núcleos históricos se desarrollaron en una única margen principal, normalmente la derecha.

 

La Miranda de Aquende ocupa un promontorio con castillo en la citada margen derecha del Ebro, pero la vía que supera el puente al que se llega desde Madrid por la calle o camino Real se dirige hacia Vitoria por la Real de Allende, barrio modernista en la margen izquierda del río y hoy verdadero centro comercial, que debería ser Álava pero pertenece a Burgos en escasos kilómetros cuadrados. 

El histórico puente medieval de la ciudad, hundido por fuerte riada, fue erigido de nueva fábrica neoclásica por uno de los arquitectos de Carlos III, el ilustre proyectista público don Juan de Villanueva (el autor del proyecto del Palacio y hoy Museo del Prado), y devino en importante peón, por mera servidumbre de paso, de la toma de Madrid por fuerzas napoleónicas y de su expulsión por las de Wellington en los días previos para el crucial desenlace de la Guerra de la Independencia, que fue la Batalla de Vitoria. 

El monumento de conexión mirandés ha de convenirse que tuvo una intensa infancia como también una apasionada juventud, en su condición de testigo de movimientos de tropas fundamentales para los desenlaces de las guerras carlistas que asolaron el norte español en el siglo XIX.

 

El ferrocarril, el río y abundancia de agua y el próximo dinamismo industrial vasco, hacen de Miranda -quizá junto con Ponferrada en el Bierzo leonés- la más peculiar de las localidades industriales castellanas al albergar empresas del sector energético, del metal e incluso ubicadas por saturación de Vitoria-Gasteiz como auxiliares de industrias aeronáuticas.

Como en el caso de la capital aragonesa, su origen industrial fue azucarero tras la pérdida de España de la isla de Cuba y como sede de industria papelera, con plantas de celulosa debidas al río y abundancia de agua. Ello siempre se traduce en numerosas pequeñas y medianas industrias químicas en derredor de las principales.

 

Además de su puente de piedra monumental, en ausencia de catedral y obispado, debe destacarse entre su patrimonio el Ayuntamiento asimismo proyectado por el citado arquitecto Ventura Rodríguez que pensó el puente, genio autor en este mismo valle de la capilla del Pilar y cuyo estilo lo podríamos describir como herreriano neoclásico por su severidad. Cercano al mismo, se puede disfrutar de un apreciable conjunto de palacios de piedra renacentistas.

Especialmente buena y peculiar es la arquitectura común de que disfruta, las casas con galerías de madera que recuerdan a Castro Urdiales y Reinosa y parada con detenimiento merece en su plaza principal de Aquende, el edificio perfectamente restaurado que alberga el Teatro Apolo de 1921 en estilo neorrenacentista propio de las mansiones de Hollywood y perfectamente rehabilitado y la iglesia-fortaleza de Santa María. 

 

Cruzando el río destaca por su cercanía al mismo la iglesia del Espíritu Santo, antes de San Nicolás, con un historiado ábside de cinco paños con ventanas de estilo románico en transición al gótico y capiteles labrados de hojas de acanto. Destacaríamos uno asombroso que muestra un castillito. 

Los arcos de la portada que en el Camino de Santiago serían de ajedrezado jaqués, al ser posterior este monumento presentan cenefas vegetales, brocados y nudos.

 

Además de su célebre y aguerrido equipo de fútbol matagigantes, que usa el Athletic Club para probar cantera y futuros entrenadores con excelente resultado, la tradición industrial y ferroviaria de Miranda la representa como nadie la muy interesante vida de la inicialmente costurera y después modista: Flora Villarreal.

Artista de indumentaria que descolló entre el olimpo de la moda clásica española de la Belle Époque, Segunda República, autarquía y desarrollo de la moda para masas en los años 50 formando parte del grupo artístico conformado por Balenciaga, Pertegaz y Rabanne, alias Francisco Rabaneda. Todos ellos del valle del Ebro o lugares cercanos como en el caso del turolense y del donostiarra, con atelier franquiciado en Pamplona.

26.11 Luis Iribarren

No hay comentarios: