Ya sé que el camino que nos queda para salir de la pandemia, además de largo va a ser duro y muy costoso. Ayer tuve (otra) reunión con el SALUD y diverso tejido social de Aragón y el desencanto que se respira es tremendo, pero la dejadez de quien gestiona es cuando menos insultante y eso es lo peor. Pero a veces da la sensación de que esta pandemia ha servido también para disimular, para hacer cambios que nadie se atrevía a realizar, para trabajar mucho menos por parte de quien cobra de todos nosotros.
No se puede tener gestionando a gente quemada, cansada, prepotente, que intente engañar a los que le escuchan pensando que son idiotas o viejos sin ánimo de queja. Las situaciones o se dicen como son o se silencian, pero intentar disimular, disfrazar, vender flores cuando los interlocutores son personas voluntarias que saben de qué está compuesto el terreno que se pisa, es como poco triste pues denota falta de respeto.
Salí todavía más preocupado, triste e incluso dolido y esa es la peor sensación de todas. Que me imagine una década no ya perdida, sino retrocediendo hacia 1950 en el trato de los gestores ante los problemas y la sociedad española.
Julio Puente Mateo. Para que no haya duda de quién escribe esto.
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