Empiezan mis redacciones en positivo, en forma de agradecimiento, superada mi V de la curva psicológica... En clave de vivir el presente como futuro esencial, aplanificado siempre… recuerdo y abrazo con letras a Don Juán José Badiola Díez, un aragonés.
Vaya la presente para este (sin duda) aragonés nacido en León, con nombre de futbolista de cromos del Real Zaragoza de Valdano, Señor y Cía…
Hay una querencia astur-leonesa por Aragón, de castro. Cierta o toda una raíz celta se halla presente en las tonadas de gaita aragonesas. La etimología no miente tampoco en los pueblos que tenemos “dun” –poblado o castro- como parte del nombre. Más cercanos por tanto en historia a cualquier valle escocés que dé nombre a un whisky que a todas las poblaciones que empiezan por “Al” o “Bin” al sur de Loarre o Graus.
Son evidencias de calado casi científico, que integran y amalgaman a astur-leoneses pacientes, educados y distanciados pero incandescentes, al parecer, al cierzo, paisaje y sociedad aragoneses.
La lista de contribuidores que fueran destinados a Aragón, en el que hicieron vida y fortuna además de gobernarlo, es extensa.
También es la corriente de Badiola, que forma parte de la saga céltica y no ibera de Hipólito Gómez de las Roces y Emilio Eiroa. De la del propio y húmedo Antón Castro.
Pues tuvo el destinatario de estas líneas la vocación primero y la opción, después, de ser rector de la segunda institución económica más antigua de Aragón después de, precisamente, la Casa de Ganaderos: la Universidad de Zaragoza, y antes de pasar a ser popular como científico.
Los astur-leoneses tienen su Universidad de referencia, y no es la del célebre Colegio Fonseca a la que asistiría Antón Castro.
Cercanos a Salamanca, ciudad universitaria del Reino de León y cuna, simiente y panteón del erasmismo español. Del razonamiento científico versus el trágala platónico pero especializada en letras y, por tanto, en humanismo. Todo lo violado y mancillado por Queipo de Llano, delante de Unamuno.
A diferencia de otros centros formativos universitarios aragoneses con menos prestigio, en cuanto a la Facultad de Veterinaria se refiere, la misma sí goza de excelente reputación y sigue siendo uno de los centros de élite formativa e investigadora en su materia de todo el sur de Europa.
Considerando que Aragón es un páramo despoblado con una población de animales de carne que supera en diez veces a la humana, es una suerte y un laboratorio permanente.
Investigadores como Badiola, el más visible y tantos otros, son quienes han contribuido y siguen haciéndolo en esa dirección.
Especialista en enfermedades transmisibles de nuevo cuño, se convirtió en una de las principales referencias internacionales en la crisis de las vacas locas, a principios de siglo. Puso a Zaragoza en el mapa científico europeo y mundial en materia veterinaria como si de un investigador cercano a Ramón y Cajal se tratara.
Nombrado como experto para asesorar a la Corporación zaragozana en la presente pandemia Covid por Azcón, uno de los políticos del PP que como ha sucedido con Martínez-Almeida en Madrid o como en el caso de Lambán y Francina Armengol en el PSOE que han tenido discurso propio, ha contribuido a una línea de medidas propia y puesto su conocimiento, nuevamente, al servicio de la ciudad.
El legado de Badiola adjuntará a su dedicación a su país adoptivo, como en el caso del doctor de Petilla y Ayerbe, otro silencioso. El que conlleva el surgimiento a partir de él de laboratorios, escuela e instalaciones en Zaragoza que no tocarían. Y que suceden porque ha luchado por ellas al haberse quedado como aragonés por elección.
Como decía Belloch, estamos ante un Messi de los laboratorios y de la proyección pública de eso que se llama salud, que no sanidad. Un amalgamador de ciencia y sentido común que es vecino de patio de butaca, al que tener siempre a menos de dos metros.
21.04 Luis Iribarren.
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