3.3.20

A vueltas con 1980, Battiato y Más Birras. Aragón y sus cosas

Un Oceano di Silenzio scorre lento Senza centro né principio

Cosa avrei visto del mondo Senza questa luce che illumina
I miei pensieri neri.

Quanta pace trova l'anima dentro

Es cierto que 1980 fue crucial en la historia de la Humanidad, ahora que nos une una pandemia. No solo por Mecano, los Clash o Leño, según los gustos. Fue el nacimiento de una era de opacar política a favor de economía. De generación informática centralizada de regresiones en libertades y hasta costumbres, en un nivel “globalizado”.

La expresión de esa época proviene. Con esa URSS embolicada en Afganistán, por devolución joined “USA-Petrodólares-Al Qaeda” de su intervención en Vietnam del Norte. Media África y América contaba con gobiernos golpistas leninistas. La Olimpiada del osito Misha contó con presencia española, lo recuerdo porque el portabanderas de la cosa fue Herminio Menéndez que compartía canoa con el piragüista de Helios Esteban Celorrio. Tiempos de remo, motonáutica y autobuses midiendo el vano del Puente de Piedra en el Arrabal.

El santo advenimiento en los 80 del tea party se coció en los fogones del glam de Bowie y Roxie Music. Con Thatcher y su copia mala Reagan, la Escuela de Chicago se enseñoreó de las finanzas. Lo representa “Wall Street” de Oliver Stone. Si hay pobres es porque se lo merecen, que nadie me arrebate mis beneficios bendecidos por Lutero y Calvino para una Seguridad Social para mineros reconvertidos (ver Cuencas Mineras versión 20.20).

Antes mataron a Juan Pablo I y entró el nunca leninista Woytila a desempeñar un gobierno fuerte güelfo. Entre él y Solidaridad cayó después el muro. La mágica palabra perestroika es ya de la época de las camisas de leñadores de Kurt Cobain.

Se disolvió como un azucarillo el telón de acero del ataque preventivo de la URSS (que harías tú, en un corona ataque sin referéndum republicano) y los malotes pasaron a ser moros de hasta Bombay, en cualquiera de sus acepciones, razas y pañuelos cobertores.

Santo advenimiento del burka y final de 007 con prota secundario rusky. Comenzó la veda del octubre rojo, que ha levantado felizmente para los nostálgicos el camarada Vladi Putin. Ese que acaba de cerrar la frontera de Irán y que comparte control de la pandemia, ¿sospchosamente? con su primo de pelo zanahoria por él impechmentado.

Con el inestimable punto de anclaje como lacayo interpretado por Anthony Hopkins, de ese nuevo país llamado Brexit

Resulta que la cronología del siglo XX de Eric Hobsbawn que establecía su inicio en 1914 y su fin con la caída del muro, libro muy leído en los 90, pudiera tener otras lecturas. De hecho, en el mundo árabe y chino, con el final de la Revolución Cultural y paso al capitalismo de partido único corona-planificado así las tuvo.

Mientras tanto en la Avenida de los Pirineos de Zaragoza, ahora se sabe que financiado por concesionarios, a Juan Pablo II lo quería todo el mundo. Y a Juan Carlos sucesor, que se quedaba a dormir en Cogullada como su padre espiritual. No residente en Estoril.

Y llegó 1979 o, si me apuráis, 1980 como los años cruciales. Los del fin de las palizas escolares; el inicio de la Formación Político-Social; el final del trabajo garantizado de por vida tanto en España como, atención, en Japón; la primera gran revisión de la Seguridad Social planetaria –en España, la concertación paternalista no lo hizo necesario, ya se derivaba pacientes por funcionarios compatibles- y, sobre todo, los del inicio de aquella relación socialista con un tal Willy Brandt que llevó al gobierno a su franquicia de Sevilla. Que optaron por la no relación ideológica profunda con aquel paradigma del Estado social de Derecho al que solo se invocaba, llamado Sven Olof Palme. Convenientemente magnificado en su ejecución, sin que quepan imputársele...

El partido protagonista del exilio español, que se apellidaba comunista, se había renovado con intelectuales incluso de extracción burguesa, como fueron Tamames y Sartorius. Era solo leninista. En esa misma época y en Italia hubo una abortada opción de “tercera vía” y superación del estalinismo a través de una hipotética entente entre Berlinguer, padre del “eurocomunismo” y Aldo Moro. A nadie interesó y el país sigue revuelto, contaminado, movido por los puertos de Nápoles y Civitavecchia de un modo conveniente, aceptable en términos de confesión y testamento ante párroco.

Era también el tiempo de Marco Pannella en el Parlamento italiano –o lo que sea eso-, del Partido Radical Italiano, tomando la palabra para sellarse los labios con cinta ancha durante sus no tres minutos de turno, imposibles las alusiones. Modo Leopoldo María Panero.

La izquierda divina se sintió cómoda con determinados postulados neoliberales. Porque eran postmodernos con camisas de copones y así los produjo Almodóvar. Que dejó de lado sus primeros escenarios de protección oficial, para situar sus siguientes obras en apartamentos de diseño renovados. Expulsados de La Latina o Chamberí los afectados por la ley que suprimió el alquiler de renta antigua para mover el dinero. La Ley Boyer.

Con la inestimable interpretación de Eusebio Poncela, al alimón con Francino, en el Teatro Principal del Coso entonces rehabilitado… En que pudimos ver a Marcel Marceau y Nuréyev, con lo que la Espert ya te semblaba una mica sobreactuada…

Si revisamos la involución de los 80 tras la crisis del petróleo, la posterior a 2008 y la refinanciación pública de la banca… La que da lugar a la presión actual, en la que el mensaje que se manda es que con que el PSOE contenga a Vox que haga la política de no asustar mercados que le plazca (con Calviño-Solchaga en el freno de mano de la prudencia)… Si vemos a la clase media baja abducida para pasar su tiempo en los hipermercados que se inauguraron con el Alcampo-Utebo, novedad total del momento… Si vemos el estado general de conservación y falta de renovación de actuaciones como el Actur de Zaragoza, producto de esa época vitrificada… Advertiremos fácilmente que el siglo XXI en lo que a influencia de la globalización en términos de agilipollamiento obrero nació en 1980…

No sé si nací para correr, pero quizá sí que nací para apostar. No hay amanecer en esta ciudad.
02.03 Luis Iribarren

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