12.2.24

Galiza Omnívora. Un recuerdo a Reixa y Beiras


Dedicado a Andrés, que no come pulpo ni cuando nace el Sil y se espera a pedirlo al Oeste de O Cebreiro. Emigrante gallego con saudade de los pinares de Soria pero que lleva a sus hijos a visitar a su abuela y resto de Santa Compaña como los hermanos Castro cuando quedaban con Fraga en el Láncara, cerca de Sarria.


En Galicia comen de todo, menos de Vox.
Paren grupos con ironía como “Los Suaves” porque el movimiento de ser orensanos lo demuestran andando con el nombre pero luego reparten hostias como panes.

Cuando Galicia tiene mayor influencia que nunca en política nacional, una ferrolana liderando la marca blanca de la PSOE, van y no le perdonan la desunión con Podemos y no va a llegar al 5% su candidata que se llama Luis pero como una marca de pantalón que era mi favorita.

Galiza es mucha Galiza, va más allá, es una tierra de porco con percebes pero que no ha parido ningún plato “mar y montaña”. Ni la paella ni el arroz con langosta y pollo catalán, y su guiso más suntuoso es la lamprea al vino tinto, parecida a la bordelesa, un civet de caza en toda regla. Parecería que el humorista Eugenio fuera gallego tras un primer análisis, pero las rías son algo más profundas.

Los capones de Vilalba regalados por Fraga Iribarne –joder si he tenido que deletrear mi apellido cuando…- que tronaba como un Thor interesado del autonomismo; los taimados y quietistas socialistas destinados como embajadores al Vaticano; el alcalde de Vigo de la Navidad detenido en la grandeur de Mitterrand que sigue haciendo más obras que Triviño y García Nieto y le vota hasta Trapote; el escaño que parece que conseguirá sumar el regidor del salvaje Ourense, uno que parece que sale de la Ruta del Bacalao en abadejo, y… los intelectuales del BNGa que no se sabe si suben o si bajan, que tienen el respaldo de Castelao y Labordeta, de músicos y textos, configuran una tropa, un paisanaje y una nación onírica y que yace al fondo del carballeiro.

Las músicas melosas de Luar na Lubre y Carlos Núñez, calmando a las hordas de Irlanda y Bretaña con sentidiño; el Festival de Ortiguera con Gandalf; aquel Dépor de Lendoiro y Bebeto como el pique entre Abel Caballero y Mouriño, presidente del Celta; las empanadas de mejillones o zamburiñas de Santiago; los menús del día con licor café; los tiendas de ultramarinos con bar de municipio-valle que en América se llaman abarrotes y en Asturias chigres y sus nombres “Donde Maribel”; el camino de Santiago y andar por fragas y castañares dejando de lado la reconversión industrial ferrolana y la central térmica hermana de la de Andorra de As Pontes de García Rodríguez.

Las fusiones de Baiuca y Tanxunguieras –emociones de pandeiro-; las conversaciones en la calle Predicadores de Zaragoza con Antón Reixa –recién actuado en el Teatro del Mercado-; la conexión rockera Vigo-Xixón-Zaragoza; el alcalde cocó fake y recalificador de Oleiros con más años de mandato que el de Cuarte (espèce de sale coco, en francés, era un insulto a los estalinistas refinado del París chic que alguna vez diría hasta Sartre); el padrón de los propietarios de yates anclados en Vilanova de Arousa; el paisaje australiano de kilómetros de eucaliptos hasta la Costa da Morte; el no cambio de vida de Amancio Ortega ni de Emiliano Revilla. Que vendieron embutido o batas de abuelo en furgoneta y lo único que supieron, arte de chamalireiros, es que para ganar hay que al menos cargar el doble de tus compras.

El elegantísimo profesor Xosé Manuel Beiras visitaba Zaragoza a finales de los ochenta. Hacía bolos políticos como Siniestro Total tocaba casi cada año en Casetas.

Distante pero arrebatado, ilustrado, de la generación de mi madre, tenía la mirada de piedad de Luz Casal en unos movimientos acompasados de fiera celta enjaulada. Enjaulada, sí, en imposibles trajes gris claro de Adolfo Domínguez o Roberto Verino, era el político que más hacía recordar a Marco Panella y a los radicales italianos.

Beiras es por sí mismo la definición de rasmia en la nostalgia, la raya de división entre el carácter gallego y el portugués, silentes en la emigración contra nostálgicos en la conquista.

En verano lucía camisas y pantalones blancos de lino y dril a juego con su pelo y barba blanco -azulada y seguirá siendo el príncipe de los parques de Santiago. Escribió un libro que releo mucho: “Atraso Económico de Galicia” que en mi corazón le hizo convertirse en jacetano adoptivo.

Sus ojos distantes de azul ría alta escrutaban desde la altura y no perdían ripio alguno de cualquier persona que lo interpelara. Yo tomé un tazón de vino con él una noche en Santiago, no lo recordará, y fue amable y educado, acogedor y profundo, al declararme hijo putativo de Andalán y Labordeta. Otro que pasó por Casa Emilio y, quedándose a dar la cara durante la dictadura, me recordaba lo que pudo llegar a ser la generación del mis padres si la educación se hubiera extendido, como hoy, a todas las pardinas de Jacetania, que en Galiza se llaman parroquias. Una iglesia para ocho fueros, como describió Pascual Madoz a la mayoría de pueblos de mi montaña.

Y fin, elecciones en Galiza y posible gobierno de los hereus de los rescoldos intelectuales de Reixa y Beiras, con ese PSdeG desnortado y sin discurso federalista. El mismo que históricamente no se atrevió a tener en Aragón, en que se admitió como socialista a cualquier cacique que arrasara en las elecciones de su pueblo –al menos en la Huesqueta de Sánchez- y le fue arrebatado por el Partido Socialista de Aragón y después, hoy es una mera bisagra con poca ideología, por la Chunta Aragonesista de Bernal y Yuste, Azucena de Huesca, los de Artieda que ya tienen 70 años y algunos alcaldes de corte casi anarquista pero que pensaron que Escucha puede ser un lugar para vivir.

Rasmia y pensamiento. Os dejo con una reflexión de Beiras y parte de una letra de Antón Reixa, aquí tenemos a Antón Castro que sabe de lo que estoy intuyendo y tampoco es manco:

José Luis Sampedro dijo que los años de Aznar convertieron España en un aznarato. A partir de entonces, salvo el interregno del primer mandato de Zapatero -que era republicano y federalista, aunque no ejerció mucho de ello-, hemos vivido un franquismo sin Franco... Me consideraba miembro de una generación derrotada. La derrota se produjo en la Transición, cuando el proceso constituyente de ruptura democrática quedó suplantado por un pacto entre las élites y el franquismo.

Arde Galicia co lume forestal E con lume ou sen lume ti tamén podes arder
Porque no inferno forestal non se está tan mal
Ainda que a piromania non che me da nada igual
E con razón ou sen razón teño que insistir que
Arde Galicia Pero non queima!


Porque todos querríamos ser como Navarra y estar confederados pero no apoyamos a los Borbones ni luego a Franco, o sí la mitad, y eso es lo que pasa. Y así sería soportable un Estado que parieron asimétrico… demostrándose en que el pensamiento del PNV ni resto del vasco, los que pactaron con el Generalísimo no ser bombardeados y han ido heredando, ha parido ni un político ni una música semejante… Mi canto a Galiza.

Todos los aragoneses montañeses sabríamos callar en el bar de As Bestas y vender nuestra dignidad y comprar un taxi en Zaragoza a cambio de joder nuestro paisaje con molinos. Los que pensamos distintos, o nos fueron o desde siempre nos marcaron que veníamos sobrando. Prefieren, con razón, a otros nuevos habitantes.

12.02 Luis Iribarren

No hay comentarios: