En el interior de este campanario podemos ver dos campanas ligeramente escondidas. Es la zona alta del campanario de la torre de la iglesia de San Miguel de Zaragoza, y en su interior está la (nueva) Campana de los Perdidos, un ejemplo que retrata maravillosamente años viejos, siglo XVI como poco, historias rurales de unos terrenos a veces muy pantanosos, sin luz, con nieblas y a donde iban los agricultores a realizar sus labores y en donde a veces se desorientaban por los abruptos terrenos con niebla y altos árboles muy frondosos.
Y para ello estaba la Campana de los Perdidos, para sonar con 33 campanadas, desde que se hacía de noche hasta que se cambiaba de día, cada media hora, para indicar a los posibles perdidos el camino de vuelta a su barrio.
En la actualidad se sigue tocando pero un solo toque y a las diez y cinco de la noche, para diferenciar su toque del de las horas.
Es cierto también que en aquello años las campanas de las iglesias tocaban a ciertas horas para advertir que se cerraban las puertas de la ciudad y que las personas que quedaban fuera de las murallas serían considerados "perdidos o personas sin domicilio" y entonces detenidos.
Lo cierto es que en la zona de San Miguel hubo varios accidentes, algunos mortales, por personas que en aquellos siglos se perdían y se decidió dar estos toques de advertencia tras algunos intentos de hacerlo con unas luces que sirvieran de faro.
El tipo de sonido por la propia campana, el número de toques y el uso de sus repicoteos, servían para advertir a los ciudadanos qué se quería transmitir con el toque de campanas, si era un incendio, era una hora determinada, un aviso de peligro o de ceremonias religiosas.
Podemos observar también en la veleta, a un San Miguel y su dragón silueteados sobre el cielo.
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