14.10.20

Shinji Okazaki de sakura y albahaca oscense


Ha venido un ciudadano del mundo a jugar en el Huesca, de sakura y albahaca. Un falso nueve, no en el sentido aragonés, que es un discípulo filosófico de Kawabata y Bashoo Matsuo. El segundo escribió este haiku que podría haber firmado Beulas en un cuadro:

A la intemperie, se va filtrando el viento hasta mi alma

No conozco personalmente y ya me gustaría a Okazaki Shinji, pero este año estoy más pendiente del devenir de la Sociedad Deportiva Huesca pasada por lejía que tiene una pinta extraordinaria en Primera. Que ha mantenido su caballería pesada que es gallega, madrileña o vasca al servicio del Alto Aragón.

Resulta que me han hecho poéticamente socio de la peña barcelonista del equipo, lo que he aceptado porque una de las más grandes historias de amor de mi mejor amigo Amadeo Ibarz, la que tiene con su madre, guarda profunda relación con cómo le alivió durante una estancia médica inconsolable, hacerse el socio número uno de un equipo de Tercera, cómo le encajaron sus raíces ribagorzanas y jacetanas en la superación del trance y su crecimiento personal, que ha sido el del equipo del Alcoraz. 

Los dos tan tenido fruto, y este artículo va a emparentar para siempre a Okazaki con su hija Mar.

Es más fácil quizá, como le pasó a Robinson en Osasuna, identificarse con un proyecto limitado que llamarse Kagawa y venir a una ciudad y equipo cosmopolitas como nos gustaría que siguiera siendo incluso a los oscenses en Real Zaragoza y que ha contado con paraguayos, brasileños o serbios como arietes de prestigio mundial. 

Era un mapamundi para los que jugábamos en otra liga y de cuando en el Alto Aragón se bebía San Miguel pero se seguía a Aragón y compañía.

Esos equipos que junto con la FIMA, el CITA de Montañana, la Base y sir Kevin Magee, al que me imagino perfectamente de suplente en los Lakers de Kobe, han puesto a Zaragoza en el imaginarium colectivo. Nada que objetar al norte de La Paúl.

En el caso de Kagawa, ha llegado una flor de cerezo sin gotas rosadas de sangre. Derramando solo en ocasiones sus gotas de jugador fino e intrascendente, completando un servicio de té que la ciudad usará una tarde al año.

Desde luego no se irá como zaragozano porque el carácter no le acompaña como en los casos de Javi Ros, de la taifa tudelana, Pep Cargol, Esnáider o Aguado defendiendo a la capital de Aragón como cuatro almogávares. Son minoría porque la capital metrópolis del Ebro siempre da para mucho más, o eso se barrunta.

Como el valle no necesita ser repoblado, los nuevos aragoneses como Okazaki –o antes Bryan Jackson en otra magia- que caen de pie, con espíritu de lucha samurái o de mormón del duro oeste donde Utah, son algo más que artistas de altavoz. Son embajadores que necesitan seguir, como sucede con Mikel Rico, esa relación con el desierto y las puestas de sol en la Sotonera.

Contra lo que su apellido significa, los polisílabos nombres japoneses agrupan dos accidentes geográficos, es un practicante de bushido de secano. Un caballero que tiene en la mentalidad seguir trabajando sin desfallecer, con un pensamiento coincidente con el lema del Huesca, ese de sin reblar y la cuatribarrada en cabalgada hasta Murcia pero los símbolos en la camiseta no se traducen en eso según la directiva.

Okazaki es nombre de mar, de visión última de emigrante japonés de finales del XIX de Kobe, de donde es el artista, hacia California o las costas de Perú que ve por última vez Japón. 

Es un precioso apellido poético que significaría de forma aproximada "Cabo con colinas". Con seguridad será un amante y profundo observador de las penínsulas arboladas que se remeten en las costas de los pantanos de Barasona, la Peña o Búbal pues son él.

Vamos a contarle a Shinji 
Okazaki un cuento a lo Mishima que le gustará.

Una vez, un grupo de locos amantes de la cultura japonesa transformaron las campas del Castillo de Loarre en una justa pacífica floral, en sede de una comida campestre. Tras contemplar en educados grupos las flores de los cerezos centenarios de la huerta de Bolea.

Esos mismos, que barruntan de dónde viene la rasmia de Shinji, eligieron Huesca ciudad como uno de los lugares ideales para la difusión tranquila de la cultura japonesa dirigida a jóvenes. Con la realización de talleres de manga, moda japonesa y otros juegos de rol.

Porque entendieron, como ha hecho Okazaki ¿a la inversa?, que Huesca tenía la dimensión y geografía perfectas para intentar una relación propia en que no invertir muchos recursos con Oriente y Japón, al no estar tan lejos del lugar natalicio de Francisco de Xabier.

Que alguien se lo cuente porque le va a emocionar, y veremos si la Sociedad Deportiva Huesca tiene esa visión y misión provincial, necesaria según quienes somos sus patrocinadores.

Si Iniesta puso como condición vender su vino para firmar por el Vissel Kobe, es menester que el nuevo oscense presentado no termine nunca su vinculación con su shogunato seco y despoblado de acogida. Con su nueva taifa con carrascas y alfombra de flores de febrero.

Puesto que tiene alma de samurái, habrá que llevarlo debajo de un almendro de Alquézar y de paso nos queremos mejor los demás.

13.10 Luis Iribarren

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