Ahora que se vuelve a sacar sobre la mesa nuevas propuestas de regiones y nacionalidades, de cara a reformas en la Constitución que agraden a los catalanes y vascos, es hora de que Aragón esté muy atento a lo que puede deparar el futuro más cercano. Cuidado con el ninguno provocado por los vecinos listos de siempre.
Aragón es una nacionalidad histórica, claramente indicada por sus siglos de personalidad propia, y por sus propia cultura, historia y forma social de ser, además de por sus propias instituciones mantenidas durante siglos.
Pero hay que explicar también a los aragoneses, que este debate no es simple ni tiene unas connotaciones historicistas simples, que se trata de tener más servicios y mejores, de ser más respetado por los vecinos, de tener mejor financiación, de tener sobre todo más futuro.
De nada serviría sentirnos nacionalidad histórica, si no fuera para sentirnos mejor en el futuro.
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