De Teruel me llevo reservas con que llenar toda una vida (Labordeta)
Con la excusa de crear empleo, y la menos mala de generar ingresos corrientes para ver si se regala a quien quiera ir a vivir, la montaña del Maestrazgo turolense presenta síntomas de contaminación moral. Con sus políticos enfrentados a los inversores en turismo y a la población que ve cómo se va a transformar su paisaje, la cuarte memoria de cada individuo, con anuncios del Gobierno de Aragón de esos con mala conciencia.
El talado de centenarios pinos negros no puede ser compensado por escasas repoblaciones a cargo de fondos que, atención, reparan con ellas una penalización por exceso de contaminar. En el mismo territorio geológico que se pretende violar y que ya está cicatrizado en su relieve de modo único en Europa, después de que se apele a la creación de empleo y fijación de población que en Castelnou duró lo que las obras de instalación de cableado.
No solamente el destrozo paisajístico lastrará con un impacto geométrico exponencial respecto el de sus pistas de esquí sus montes, es que ello tendrá un reflejo posterior en que el turismo de montaña levantino prefiera Cuenca. Además de la negación de la tradición minera que comporta.
Todo ello en un territorio que hoy cuenta con escasos 135.000 habitantes y que hace 50 años tenía 30.000 más pero ya había experimentado el efecto del éxodo de su población joven desde los años 60, en que llegaron a estar 230.000 personas. Proceso que no detuvo la explosión demográfica de Andorra a partir de las minas, hoy localidad que más población viene perdiendo en Aragón; Calamocha y su industria cárnica; la capital de la provincia con su actividad administrativa o la pujanza comercial de Alcañiz y agrícola del Bajo Aragón y el Matarraña.
Arranca en la provincia el año de la muerte de Franco con Alcañiz gestando el crecimiento de participación del circuito urbano de carreras “Guadalope”. En él, conformado por las circunvalaciones de la ciudad, se organizaba anualmente en septiembre el Premio Ciudad de Alcañiz que difundió entre el motor catalán y europeo su cultura automovilística. Siendo causante del principal agujero negro, con el exitoso del Aeropuerto de Teruel, de los fondos FITE provinciales: el actual circuito de Aragón. Una inversión a la que se accede por una carretera de dos carriles con rotonda y que ha favorecido, especialmente, a los hosteleros de la ciudad.
En el año que versamos, llegó y fue una figura fundamental a la presidencia de la Ruta del Tambor y el Bombo, a la sombra del hijarano Mariano Laborda, el samperino Miguel Franco, que impulsó la misma durante 25 años hasta su actual reconocimiento por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial en 2018. Según él, se morirá tocando, y yo que lo conozco me lo creo.
La ruta fue asimismo sostenida en cuanto a su difusión exterior por los ciclópeos hombros de Luis Buñuel. Lo hallamos en 1975 en Francia inmerso en la producción de un tipo de cine que reflejase la importancia del azar como motor de la conducta que culminaría en “Ese Oscuro Objeto del Deseo”, dos años más tarde. Buñuel peregrinaba para tocar su tambor desde Distrito Federal (Ciudad de México en su época y hoy renegando del legado de los republicanos españoles a la cultura mexicana México-Tenochtitlán a mayor gloria de la presidenta mexicana vigente). Son gloriosas sus fotos tocando en cuadrilla de De Yarza, especialmente las del año 68.
Luis Buñuel bautizó toques que yo he ejecutado en Samper y así se llaman en todo el Bajo Aragón: la marcha palillera y el “me lo han cascao, me lo han cascao”. En su obra incorporó redobles ancestrales, los de la consagración de nuestra primavera, desde su inicial la "Edad de Oro", pasando por la inquietante “Nazarín” pero, especialmente, en mi debilidad personal como es “Simón del Desierto” (de Calanda, cómo no). En otras cintas jugaba con los redobles y el subconsciente, así dicen los críticos que sucede con un golpeteo sostenido de muletas en “Tristana”.
En el Matarraña, Calaceite anticipa el fenómeno inmobiliario de calidad que sacudiría a su comarca a partir de los años 90, e inició una relación sostenida como segunda residencia de artistas e intelectuales provenientes de Barcelona. Ello culmina con el establecimiento y residencia en la localidad del novelista chileno José Donoso y su mujer entre 1970 y 1975. En ella compulso su magno resumen del boom de la novela latinoamericana de la que formaba parte “Historia personal del boom”, parida en su casa turolense de dos chimeneas, yeso y bovedillas a la catalana, como exponía su hija.
Volemos al occidente turolense. En el Valle del Jiloca y aleñados, nos encontramos con la Vía Verde, además de la de Val de Zafán también en Teruel, más interesante de España. En el 75 su plataforma era ocupada por la vía férrea Ojos Negros-Sagunto, por la que se sacaba el hierro de los pliegues rojos de Sierra Menera. Abundante en tierras ocres y minas que motivaron castros circulares celtibéricos.
Calamocha vivió en estos tiempos un despegue industrial glorioso. La Siberia española, como se conocía la comarca y al Señorío de Molina, estaba siendo rentabilizada como secadero de jamones y embutidos pero, además y desde 1969, la multinacional americana Óscar Mayer desarrolló desde 1969 el matadero Matinsa. En el mismo tiempo en que el de Binéfar llamado Fribín devino la principal industria oscense tras la carbo-química de Monzón que yo asocio con empezar a comer bocadillos de jamón dulce.
Con la población joven del sur y oriente de la provincia volcada en la emigración a Barcelona, sin embargo la universitaria recalaba e impregnaba de educación y azafrán la Universidad de Zaragoza. Dado que en su ciudad capital faltaba tiempo para la generación por la misma del Campus Universitario de Teruel.
Ello venía paliado por la calidad de la docencia en sus institutos, encabezada por el dramaturgo valenciano y profesor José Sanchis Sinisterra que coincidiera con José Antonio Labordeta y Fernández Clemente en el Ibáñez Martín de finales de los años 60: semillero o sima formativa de la que eclosionaron Carbonell, Pizarro y Jiménez Losantos.
La capital con el crecimiento en bloques de sus barrios del Ensanche, Carretera de Alcañiz o de Zaragoza pasa a vivir, como se decía en la época, “más allá de sus puentes”. En sus pisos se arracimaban los niños del baby boom en una ciudad que poco tenía que ver en bulliciosa vida de calle con el decorado monumental que hoy se visita.
Su principal cronista urbano, Antonio Castellote, describe gráficamente esa ciudad llena de niños de los colegios de los nuevos barrios en contraste con los trajes y abrigos de ala de cuervo y las miradas torvas de los burócratas del sistema de la Plaza San Juan, temerosos de que bajaran a la capital los mineros sindicados de su propia provincia.
En la Sierra de Albarracín murió esta añada el fenómeno penoso de la obligada emigración de sus mujeres jóvenes como internas y sirvientas narrado por Carmen Martínez Samper, publicado por la comarca. Profesora en Teruel de la UZ, nacida en la ciudad de Albarracín, la autora ha recibido el premio “Aragón Investiga” en ciencias sociales con este estudio y ha descrito con dolor la salida de estas niñas adolescentes, como sucedió como mi madre en Jacetania, a las ciudades. Un homenaje a nuestras anónimas madres que le quiero agradecer especialmente, al darles un necesario protagonismo y pensar que siempre hay una vida detrás, y es en términos macroeconómicos dentro de cada hogar.
En cuanto a las Cuencas Mineras, Sierra de Arcos y sus gentes, hallamos a Andorra en el proceso administrativo del que surgió la central térmica de Endesa que se ha demolido recientemente, para quemar el lignito producido en estas comarcas. Andorra tenía en ese momento más de 8.000 habitantes procedentes de todas las regiones españolas, lo que la convirtió en el principal laboratorio sociológico y de convivencia aragonés, relevando a la Sabiñánigo de los años 20.
Mis afinidades electivas hacen que deba repasar la actividad del escultor Pablo Serrano que va a recibir en año siguiente la condición de Hijo Adoptivo de Zaragoza y al que la ciudad de mi recreo debe impactantes símbolos. Tales son el relieve poco admirado por pasar desapercibido “Venida de la Virgen a Zaragoza” de 1969, en caliza blanca y espléndida última ejecución artística de un aragonés en la concatedral pilarista, y las figuras monumentales que en 1965 le encargó el alcalde Gómez Laguna como flancos de la puerta principal de la Corporación. El año que nos ocupa, Pablo Serrano tuvo el genial ramalazo de rasmia de retirar una obra del simposio Telecom de Ginebra en oposición a las últimas ejecuciones del franquismo.
El pintor Salvador Victori, de Rubielos de Mora y con museo en la villa, expuso con relevancia europea su serie “Superposiciones” en la Bienal de Venecia. Mientras el modisto Manuel Pertegaz, de Olba (también comarca de Gúdar) creó su primer perfume, para diversificar la cosecha del éxito mundial que obtuvo el traje de porcelana de Salomé para concursar en Eurovisión. Vivía cantando y en su vida no hubo nunca un hasta cuándo. Bebiéndose la vida desde su atelier de Barcelona, le debemos un museo que se va cociendo al superador de Balenciaga.
Cerramos con frase de Joaquín Carbonell, inmerso el año 76 en la producción de su disco “Con ayuda de todos” de su canción “Me gustaría darte el mar”, ahora que los molinos aún resacarán más nuestros aires y tierras rojas.
Me gustaría darte el mar
Todo ese mar que no conoces
Todo ese mar que no has bebido
Que hace más seco tu camino de piedras sordas
De piedras sordas y de espinos
Me gustaría darte el mar
25.12 Luis Iribarren
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