29.4.24

Aragonexes: Silvia Isábal y los Teruelinos de Binéfar


En alguna ocasión lo he mencionado: me considero periodista vocacional y en Binéfar tuve la oportunidad de medirme con mi pasión en una baja de la corresponsal del Heraldo de Aragón de Huesca: la pulcra Concha Silván.

Cada día de los 90, Heraldo competía con el Diario del Alto Aragón y, como sucedía en Soria, desde su sede en el Coso Bajo de Huesca se coordinaban y redactaban doce páginas –creo recordar- de suplemento específico con las entradillas correspondientes en verde albahaca. A unos no nos corregían mucho y a otros los querían como activistas de kilómetro cero de la actualidad fraganita y llamaban, cantaban la noticia o el rumor fundado y después se metía en el horno del teletipo.

El domingo se añadía al suplemento un dominical de reportajes sobre temas oscenses que, tengo que decir lo que pienso, era más completo y complejo que los de la competencia. Que se limitaba a ilustrar sobre la singularidad del románico oscense y otros temas de postín que Durán Gudiol y expertos de enorme calidad intelectual componían para el Alto Aragón,

La mayor parte, como he citado, recogiendo el estilo del periódico decano aragonés, el jacetano “Pirineo Aragonés”, estuvieron relacionados con la importancia histórica y singularidad del eje histórico de los primeros monarcas Aragón, el espinazo Siresa-San Juan de la Peña- Jaca-Loarre-San Pedro de Huesca. Pero obviando las particularidades históricas y sociológicas de, especialmente, la franja oriental oscense con la excepción de la glosa a la Graus de Costa y la catedral de Roda de Isábena.

No es de extrañar que en numerosos domicilios literanos y ribagorzanos se leyera sin pasar por Aragón “La Vanguardia” o “El Segre”. Y esto duró hasta que Campo Vidal de Camporrells viró la trayectoria y acercó por su poder mediático la vida cotidiana aragonesa a estos lares que tanto hemos ignorado.

En mi caso y desde que asumí la corresponsalía de la Litera, mi responsabilidad ética pasaba por sentir todo lo expuesto, por narrar una Huesca especial, que no había visto publicada.

Así uno de los temas que como jacetano tuve claro que había que tocar, por la importancia estatal y europea de esta producción propia, era el de la eclosión del sector vacuno y auge de los mataderos en la comarca. Su principal rasgo identitario como emprendedores, desde la puesta en regadío de la meseta más seca de Aragón, era haberse especializado en vacuno, contar con la lonja que fijaba los precios en España del solomillo de vaca… 

Cómo Binéfar había llegado a ser capital de algo, además de por el efecto imitación en positivo que constituían los avances agrícolas implantados desde los años 50 en la finca Raimat –en la Llitera del Segrià- y, por qué no reconocerlo, la acción en la financiación de fábricas de pienso, de cerveza y granjas en el entorno de Lérida del Opus, a través de la familia Valls Taberner.

Todo ello no hubiera sido imposible sin agua. La que aportó desde comienzos del siglo XX el Canal de Aragón y Cataluña, cuya sede principal se halla en Binéfar, la ciudad oscense más costista a lo somarda y en la cuenta de resultados.

Cuestión adobada, y hoy Monzón se sigue beneficiando, con hallarse las comarcas orientales oscenses en la casual orilla de la línea de desdoblamiento norte del ferrocarril Madrid Barcelona.

Pero esto solo son datos macroeconómicos. Que primero fue el pollo, después el cerdo y por último el vacuno, animal más caro de criar y que en España se inmortalizó consumido como “pepito de ternera”, lo decían todos los abuelos de Binéfar con los que tuve el gusto de tomar cafés cuando viví al principio de los 90. 

Ellos miraban el reloj cuando yo salía a mitad de mañana a un bar de la plaza de España y, con sorna cariñosa, me recordaban una definición imborrable de la agricultura de secano: “ahora se estarán levantando en tu pueblo.”

Con casi ochenta años, multimillonarios vestidos con el mono de Faro, tractor sin cabina pequeño, manos como sarmientos y mirada de haber superado varios embargos, seguían con la energía de ir a dar una vuelta por la granja y mirar a los terneros a las cinco de la mañana.

Quiénes eran ellos. Trashumantes no herederos hijos de las casas fuertes de la montaña, los Gallart y Bardají, mezclados con resistentes medieros del Maestrazgo turolense de apellido Mallén como denominador común.

Los dos ejes inversores del capital social de Fribín que vieron claro lo de dejar el valor añadido en Binéfar hasta el sacrificio y venta del despiece del animal que ellos mismos producían, con el pienso que en Agrobín se hacían. No tuvo que aconsejarles al respecto ningún teórico de la Escuela de Chicago.

Duros pastores de los valles de Benás, Lierp y Barrabés, adoradores todos del Turbón como montaña mágica, mezclados con lazos de sangre en las siguientes generaciones con los hijos de los masoveros llegados a la Litera de Cantavieja y los demás pueblos que van como romeros a la preciosa virgen de La Balma, a orillas del río Aguaviva que baja de Morella.

Duros hombres y después familias que se establecieron en la Binéfar del regadío reconcentrado, pero propiedad de las familias Pano y otras como medieros, quedándose con la mitad de lo producido con los callos de sus manos. Subsistiendo y agarrándose a la tierra como un plantero de olivera, pasaron a fundar las primeras herrerías y empresas de servicio que han convertido a esta ciudad como la oscense más emprendedora.

El lugar lo conocían por llevar las caballerías que criaban en las sierras carlistas del general Cabrera a la feria de Barbastro en tres duras jornadas, atravesando el Ebro por el puente de Mequinenza. 

Aquí sale mi propia raíz e interés por esta historia, puesto que las ferias de septiembre se celebran en Berdún al tratarse de la segunda feria ganadera en importancia oscense, después de la citada del Somontano, que hoy motiva la organización de la feria ganadera especializada en ovino “Expoforga” de Puente la Reina.

Así y del mismo modo que hubo un efecto llamada en Jacetania para emigrar como pastores a Argentina y California, en el frío y seco Maestrazgo turolense existió el mito y realidad posterior de dirigirse al oriente oscense a colonizar y vivir en cifras que alcanzaron la nada despreciable cantidad de unas dos mil personas que duplicaron la población de la Binéfar de la sed: la horadada por aljibes y pequeños silos de cereal o síes. 

Del mismo modo, también ha sido narrado por Luz Gabás, que tantos de las montañas del Ésera marcharon hacia Guinea.

Una nieta de colonos pioneros ha editado una feliz monografía en el Instituto de Estudios Aragoneses que os permitirá profundizar en esta desconocida y fascinante migración dentro de Aragón, única por protagonizarla las dos provincias periféricas.

Se trata de la investigadora literana Silvia Isábal Mallén, autora a su vez de una interesantísima publicación sobre el tejido empresarial binefarense y sus orígenes.

El libro tiene el fascinante título de “Los que se iban en septiembre”, como en septiembre pasaban mis golondrinas jacetanas a trabajar en la fábricas de alpargatas de Maule y volvían cuando lo hacían a la montaña los pájaros que portaban como nombre de su emigración.

El libro lo presentó en el novísimo salón de actos del Ayuntamiento de Binéfar, el emérito profesor de la ciudad José Antonio Adell. Un prolífico autor y viajero cuyo nombre ha sido justamente otorgado a la magnífica biblioteca binefarense que fue erigida cuando yo viví en la Litera sobre casa palacio de ladrillo y arquería de arquillos aragoneses. Devenida, como dice el maestro Adell, en templo del saber.

Aragón se siente más en su oriente.

La eclosión como componentes de la misma generación del citado autor, Francisco Pina –después Presidente de las Cortes de Aragón- y el futuro alcalde oscense y profesor del Instituto, Fernando Elboj Broto, recientemente fallecido, te dará para tu siguiente publicación. Gracias Silvia, un abrazo oscense occidental de la val del Camino de Santiago. Sigue adelante con tu legado y ultreia.

29.04 Luis Iribarren

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