Cualquier actuación urbana necesita un mantenimiento. Cuando en los años 80 se construyó en la zona final del parque Torre Ramona, casi en la orilla de la Z-30, se decidió con buen criterio crear un talud de tierra, sujeta con unas redes internas metálicas, de una altura de unos dos pisos al menos, para evitar ruidos a los vecinos del tráfico. Sobre el talud se plantaron especies que no necesitaban un mantenimiento, plantas casi salvajes, autóctonas y con poco cuidado.
Pero aquel talud se convirtió poco a poco en una dejadez, en un abandono, en un creer que con construirlo ya era suficiente. Nula limpieza, nulos cuidado, nulo riego. En estos 35 años ha ido perdiendo altura, tierra, y ha ganado en suciedad. No es la primera vez que los vecinos del entorno se quejan de su estado, y ahora desde la Asociación de Las Fuentes, insisten en su abandono.
Abandono que multiplica los insectos en la zona e incluso reptiles y ratas, que han encontrado un lugar perfecto para esconderse. Hoy los vecinos reclaman un cuidado básico, también un cambio del talud de tierra por otro de rocas que no fuera perdiendo altura con las lluvias, aunque no resolvería el problema de convertirse en una zona perfecta para sobrevivir los roedores.
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