Los viejos rockeros de la EGB memorizábamos en geografía los ríos y sus afluentes. Españoles, europeos y mundiales, y no era una mala cosa. Porque toda vida es una cuenca, en que los ríos van al mar, que es el morir.
O como diría el riojano del valle Gonzalo de Berceo: “tal es Sancta María, como el cabdal río”. Y un río del caudal de la santa que atraviese Rioja solo hay uno para este poeta que contribuyó a la edad de oro medieval de la advocación mariana, con reflejos como Valvanera o el Pilar en el valle para superar esos tiempos en que los monarcas, nobles y quien se lo pudiera permitir tenían hijos bastardos con sus amantes regias, que se llamaron “de ganancia”.
Fontibre-Deltebre, Reinosa-Amposta y, en mitad del valle las demás villas y ciudades.
Reinosa es una ciudad de rúas con casonas con sustentados por firmes columnas pétreas, de varias plantas y en cada piso, salientes o galerías de madera blanca, reminiscencia de la arquitectura solariega cantábrica y gallega. El Ebro en sus edificaciones del siglo XIX palaciegas mira al mar hasta Logroño y los amantes de las galerías no necesariamente debemos desplazarnos de romería laica arquitectónica hasta A Coruña, Oviedo o Santander pues tenemos magníficos conjuntos de ellas, bien conservadas, tanto en Reinosa como en Miranda de Ebro.
Los palacetes burgueses y casas de comunidades con galerías corridas en varios pisos, en las que ver y ser visto a resguardo de las inclemencias, suceden en función a los balcones o solanas cubiertos por protegidos por un alero muy amplio de las casonas y los caseríos vascos.
Una arquitectura rural de gran calidad especialmente sobresaliente en el Pas y Valle de Cabuérniga, que fijan el canon de casa montañesa: de piedra sillar, entrada mediante arco gótico o renacentista de medio punto, inicialmente con pajareta o cerramiento de uno de los lados cubiertos del soportal y recrecidas en una planta con balcón en el periodo barroco que generó las solanas –hoy las denominaríamos balconeras con geranios o mazorcas secándose- y barandales sobrios pero torneados de madera de castaño, pino o nogal.
Reinosa no contiene muchos ejemplares de casonas del tipo cántabro expuesto pero sí torreones medievales convertidos en viviendas, casonas de piedra sillar de balcones de reja sobrios (dado que llueve menos) como Casa Mioño, calles porticadas y conventos e iglesias barrocas, antes románicas.
La ciudad permaneció ajena a las rutas laneras que partieron de Burgos hacia Bilbao y Bermeo en primera instancia y a Laredo y Santander por las Merindandes burgalesas con los primeros Borbones. Tuvo que esperarse a 1765 en que se produce la liberalización total de los monopolios para exportación a favor de ciertos puertos cuando se potenció la ruta de Santander-Reinosa-enlace con el Canal de Castilla en el Pisuerga que se convirtió en la principal autopista fluvial de mercancías de la época; con Santander independizada de Burgos para exportar lana y cereales a Cuba y Puerto Rico, a cambio de azúcar.
Así nace la Reinosa lineal, de camino real, atravesada por el puente de Carlos III y con desarrollos urbanos de calidad en las dos márgenes del Ebro, al mismo modo que en Miranda de Burgos o la propia Zaragoza.
Fondas, molinos, negocios mercantiles regidos por comerciantes de todo el valle del Ebro, hacen necesario generar varias plazas especializadas cada una en un producto o sector: caballos, vacuno, cerdo, herramientas del campo y la sobresaliente producción de huevos, leche y quesos de la comarca.
Ello ha permitido disfrutar por sus habitantes de un nutrido conjunto de edificaciones burguesas, un airoso teatro, además del puente de tres arquitos de Carlos III sobre el Ebro recién nacido.
Capas posteriores de desarrollo derivaron en la instalación como cruce de camino de una fábrica de vidrios, otra de chocolate refinado y la primera industrial en España de queso, promovida por un francés Boffard por la calidad de la leche del ganado campurriano.
De todo ello queda una opción de paseo magnífico rematado por disfrutar del Ebro infante, parándonos a mediodía a solazarnos con un cocido cántabro completo o una colación de truchas fritas.
No debéis dejar de lado visitar la impactante escultura de Agustín Ibarrola a orillas del río: conformada por un prado del que emergen doce siluetas que representan a los operarios de trabajadores siderúrgicos de la población. De gustaros como a mí el racionalismo, es interesante que os detengáis en las viviendas promovidas para los trabajadores municipales y para los directivos de “La Naval” (Sociedad Española de Construcción Naval) a cuyos trabajadores reivindica la escultura de Ibarrola.
La ciudad va mermando en población debido a que su factoría siderúrgica y sus industrias galleteras automatizan cada día más funciones. Cuestión común les acontece a otras poblaciones intermedias del valle, excepto a Arnedo (La Rioja) y otras que cuenten con tejido empresarial compuesto por empresarios vecinos del territorio.
Estando Alto Campoo bien comunicada como comarca por ferrocarril, la mayor potenciación turística de su entorno, su interesante patrimonio y palacios neoclásicos y su tradición repostera pueden ofrecer alternativas para el arraigo de nuevos habitantes.
El centro geográfico de la comarca lo ocupa el Embalse del Ebro, fundamental regulador del río cuando llueve o nieva en abundancia con ocasión de galernas de aire húmedo de Madeira o borrascas norte en la costa, provocando precipitaciones incluso en la cara sur de la cordillera Cantábrica. Cuyo no remanso y regulación provocaría previsibles inundaciones severas a partir de Logroño.
La presa es de 1952 y la proyectó el fundamental ingeniero de la Confederación Hidrográfica del Ebro: D. Manuel Lorenzo Pardo, madrileño homenajeado con calles y bellas esculturas en toda la cuenca como la próxima a la Lonja de Zaragoza. Este ingeniero dirigió tanto con administraciones republicanas como tras la Guerra Civil el organismo de cuenca residenciado en especialísimo edificio racionalista de los Hermanos Borobio, engalanado por un revolucionario monolito-fuente de Ángel Orensanz y sito en el Paseo de Sagasta zaragozano.
De importante capacidad, la altura de la presa del Embalse del Ebro es significativa por superior a 34 metros. Remansar agua, como en todos los lagos humanos o naturales, genera bellas penínsulas y playas. En el paisaje montañoso donde se halla, dota a su ubicación de una innegable espectacularidad. Una de sus particularidades es que no se vea afectado hasta la fecha por la plaga de mejillón cebra.
Resto del patrimonio de Campoo
Para ver con amplitud e íntegramente el curso alto del Ebro, es inexcusable subir a la Estación de Esquí de Alto Campoo desde donde se llega a divisar la lámina del embalse citado, mar interior en toda regla.
Además de la presencia de exponentes de la cultura celta como menhires o restos esquemáticos, la visita fundamental a realizarse en esta comarca es la de los restos que se han conservado de la ciudad intermedia romana de Julióbriga, en la localidad de Retortillo. Otros restos objeto de excavación y catalogación, son los existentes en el término de Valdeolea, yacimiento cántabro-romano de Camesa-Rebolledo.
Julióbriga deriva como toponimia de Julio César al igual que sucede con Zaragoza y se erigió sobre castro celta bien ubicado y con próximas aguas abundantes, en suelo conquistado a los cántabros.
La ciudad tendría por dimensión aproximada la de Los Bañales, el yacimiento de Uncastillo al norte de la provincia de Zaragoza. Disponiendo de foro y servicios comunes básicos planificados y urbanizados por una legión conocida por haber probado armas en la península de los Balcanes.
Otros destinos por recorrerse en este serían la bella colegiata románica de San Martín de Elines, parte de un importante monasterio; el tupido robledal de Navamuel, cercano a la provincia palentina en el mismo valle de Valderredible; la villa histórica al sur de la comarca denominada Polientes; o limitarse a vagabundear por las orillas del Ebro y bosques de ribera en esta última población y la capital Reinosa. En cuyas orillas hay magníficos restaurantes, como se ha citado. especializados en gastronomía cántabra de montaña.
Por último nos parece inexcusable detenerse en el centro de interpretación del románico de montaña cántabro sito en la iglesia de dicho estilo de Villacantid, de una calidad tal que está a la altura de las afamadas iglesias palentinas de montaña. Algunas de los cuales en vez de torre a cuatro caras disponen de espadañas con aberturas que no son propiamente ventanales sino simples pero elegantes arcos de medio punto como anclajes del yugo o contrapeso que sujetan las campanas.
26.09 Luis Iribarren
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