El valle orientado al este que conforma comarca cántabra donde nace el padre Ebro recibe el histórico nombre de Valle de Campoo, que comparte con el alto valle del Pisuerga, del que su capital es la ciudad especializada española en la fabricación de galletas alimento de las legiones: Aguilar de Campoo.
La pastelería basada en mantecados y sobaos del norte castellano y toda la comunidad cántabra se debe a la feliz combinación de un trigo de alta proteína producido en altura, aguas purísimas y mantequilla untuosa y suficiente por contar estas tierras con una cabaña vacuna productora de altísima calidad. Perderse en las pastelerías de Espinosa de los Monteros, el valle del Pas y tantas localidades de esta área geográfica es un goce para los sentidos.
Dentro de la comarca cántabra de Campóo, hay dos subdivisiones denominadas Campoo de Yuso y Suso, comprendiendo las parroquias, después municipios, aguas arriba o abajo en el Ebro de su ciudad capital: Reinosa.
Como ya se adelantó pero por su importancia se insiste deambular por las orillas de los ríos forma parte de la actividad humana nómada y ganadera, valles y riberas son paso franco para las rutas trashumantes incluso en ríos caudalosos por su primer vado (significado de Bilbao en el Nervión). Así y desde la noche de los tiempos, los valles de ríos favorecieron la implantación de civilizaciones que los remontaron desde su desembocadura, fueran o no navegables. En el caso del Ebro, contribuyó a la romanización de toda su cuenca y valle dejando cultivos, usos y toponimia. Dio asimismo estatuto de ciudadanos sujetos a derecho romano a los propietarios iberos y celtas jefes de las tribus y clanes, los amos del territorio que inicialmente abastecieron a las legiones.
A la comarca del Ebro natalicio se la llama con la expresada toponimia de Campoo y los historiadores a los que preferimos creer, a vuelta de vuelo de dron o de rapaz así se percibe en el paisaje, indican que el topónimo viene de Campodium: lugar de campos en repisas o navas, compartiendo significación con la etimología de Navarra.
El gentilicio de sus gentes es el de campurriano, y significaría habitantes en un lugar llano de campos. Entre barrancos delimitadores de cultivos de cereal, el sur cántabro es un paisaje frío y seco mediterráneo semejante al de la faja somontana de breves kilómetros que compone el paisaje de Álava, la Jacetania oscense o la Cerdanya en que nace el río Segre.
La tierra se reseca por asoleada y ventosa y son altiplanos todos ellos muy fríos en invierno, abundantes en heladas tardanas por lejanos al mar –el principal estabilizador climático- y, para colmo, un horno seco con noches frías en verano. Todo ello, sin embargo, es garantía de enorme calidad por ausencia de hongos para la producción de cereales, vid, frutas de altura y producciones de huerta que necesitan azúcar solar para ser dignas.
La tierra valle de Campoo oficia por su ubicación como necesario cruce de caminos entre el interior mesetario del valle del Duero y la costa cántabra. Conociendo desde tiempos antiguos importante tráfico humano y comercial por calzadas romanas y de peregrinación, que fueron ampliadas como vías para la exportación de la lana de la meseta castellana a Inglaterra y Flandes.
Los moradores de origen celta establecidos al norte de los puertos de Reinosa recibieron el nombre de cántabros, como el mar del que se sustentaban en marea baja de pescado y moluscos. Palabra que proviene del prefijo en su lengua y célebre apellido “Kant”: montaña. Aún hoy a sus descendientes se les llama montañeses.
Los cántabros necesitaron, como los vascos, de pastos nutritivos de invierno para el ganado y se extendieron al sur de sus montañas. Su castro capital, la ciudad de Amaya al pie del homónimo y mítico cerro, la establecieron al sur del Ebro en el norte de la actual provincia de Burgos, cobrando importancia Cantabria como ducado visigodo.
El puerto natural de Santander, Ortus Victoriae, solo fue una factoría pesquera de pequeña importancia hasta su desarrollo medieval. Una parada al modo de Bermeo o Gijón, del primer Bilbao, en la fundamental vía Burdeos-Coruña marítima romana correspondiente a la Vías Atlánticas y Aquitana terrestres, fundamentales en el desarrollo de la primera industria conservera hispana.
El pueblo cántabro ha dado nombre al mar o gran golfo que se extiende entre los cabos o puntas celtas de Galicia y Bretaña. La civilización romana consideraba esta costa una de las regiones traseras, de las finis terrae del imperio, recibiendo entonces este mar las apelaciones de Océano Británico y hasta Gálico. Desde sus ensenadas, calzadas y vías atravesaban puertos de montaña para garantizar un cómodo acceso entre los romanizados valle alto del Ebro y meseta del valle del Duero y la costa, que dieron lugar a dos fundamentales comunicaciones:
1.- La Vía del Besaya que discurre por dicho valle comunicando los puertos naturales de Suances y Santander con Palencia, y atraviesa Campoo por Reinosa –cercana a su colonia originaria romana de Juliobriga- bajando por el valle del Pisuerga.
2.- El Camino Lebaniego que parte de San Vicente de la Barquera, cabeza de otro estuario natural fundamental, penetra en el valle de clima mediterráneo de Liébana y, pasando por Santo Toribio, prosigue hacia el sur como Camino Real de Valdavia. Franqueando la cordillera por el paso de Piedrasluengas, da lugar en la comarca de Cervera de Pisuerga a notables ejemplos de arte románico palentino.
Estos pasos grandemente utilizados en el Medievo y Edad Moderna representaron para la comarca campurriana el ser conexión fundamental y parada de postas, asentándose población al servicio de los viajeros. A ello contribuyó su clima continental pero húmedo, fundamental para producir como se ha referido cereal de alta calidad, origen de su tradición galletera.
Como también se comportó dentro del Reino de Castilla de forma necesariamente estratégica si pensamos que Laredo, Santander y San Vicente de la Barquera, junto con Bilbao y Bermeo, fueron los principales puertos castellanos previos a la reconquista andaluza.
Así surgió el polo comercial y de servicios de Reinosa como necesaria fonda y albergue para caravanas y personas en tránsito entre la Castilla vieja y mesetaria las Cuatro Villas de la Costa de la Mar, desligadas del reino de Asturias-León.
Potenciadas por una sucesión de diferentes reyes castellanos a partir de Alfonso VIII, como Bilbao, Bermeo y San Sebastián más al este, dieron origen a las villas y después ciudades cántabras de Castro-Urdiales (en la sede del castro prerromano de los vártulos y sámanos), Laredo (así nombrada por los bosques de lauretus o laurel) con Santoña como puerto auxiliar en la misma ensenada, Santander (puerto santo de Emeterio y Celedonio, antes Portus Victoriae) y San Vicente de la Barquera (antes Portus Vereasueca de donde se pasa a Liébana y León y villa con las mejores vistas de los Picos de Europa).
Estas cuatro villas, unidas en hermandad, conformaron un corregimiento esencial para la exportación de minerales y lanas castellanos con seguridad propia y autonomía muy considerable. Además de resultar el germen y desarrollo de las dársenas con astilleros de la marina castellana y su fundamental relación naval con el Reino de Inglaterra, que se denominaron en el Reino de Aragón atarazanas (drassanes).
Hoy, Campoo sigue teniendo aspecto de comarca abierta especializada en agricultura y ganadería extensivas, con restos o corros de bosques de robles y carrascas y llanos con apariencia de páramo por causa del efecto Foehn, según el cual las cadenas montañosas atrapan solo en la cara próxima la mar la lluvia y las nubes, que pasan sin humedad a su otra vertiente y generan todos los vientos secos del orbe.
La costa cántabra se especializó dentro de Castilla en una profunda y fecunda imbricación y relación con la repoblación y organización naval y pesquera de la Bahía de Cádiz, en que su población porta en una gran parte apellidos cántabros y vascos.
Curiosidades de las periferias próximas al valle del Ebro.
10.09 Luis Iribarren
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