7.11.25
Uzbekistán Aragón 1: Nosotros cuando viajamos
Destino de moda, bueno en relación calidad precio, la Ruta de la Seda y su embrujo, buena comida… Qué acontece cuando se llega: que las boiras del Amur Daria no dejan ver el Pamir (que debe ser un telón magnífico con sus nieves permanentes), la constatación de que este valle es un jardín del edén hasta que el agua alcanza y generador de una de las principales civilizaciones del mundo.
Turca islamizada, Uzbekistán tiene gran contacto histórico con los turcos europeos del oeste, el resto de pueblos de lenguas semejantes de su entorno –Rusia y China pescando en la división de un conglomerado, atención, de turcos casi equivalente a la población europea- y fue origen artístico de la soberbia arquitectura mogol por la que se visita India.
De ello ya hablaremos, puesto que en mi caso aproveché una oferta para ir a ver las madrasas y mezquitas más semejantes al también Patrimonio de la Humanidad “Mudéjar de Aragón” y porque la novela “Samarcanda” de Maalouf, primera edición de 1988 que llevé, fue una de las causantes de que yo viaje fuera de la zona de confort europea. De que sea un devoto y ferviente discípulo de la prosa poética de Omar Jayyam, golpe a golpe, verso a verso, resaca a resaca… El primer vino de la mañana…
Hoy no quiero hablar de esto, sino de que viajé en grupo. Hacía más de diez años que no me pasaba. Soy reticente a que me aguanten, indisciplinado, terco, solitario, un pastor que trabaja en Zaragoza. En ocasiones pedante, en muchas un anarquista aragonés, solo me salva mi humanidad y mi piedad. Ante las invectivas del turismo de masas contra las sociedades receptoras, me siento abrumado, estupefacto, como ante la gente que no cambia su régimen alimenticio cuando viaja. No me gusta herir, no me gusta criticar, ya desplanta mi ironía, mi capacidad para aguantar en el desierto soledad y la muerte de todo mi pasado.
Me siento más próximo a cualquier abuela uzbeka, a los niños que van en el metro de Tashkent con su determinación y buena educación buscando una oportunidad en la formación, que tanto me recuerdan. Una salida que no sea emigrar para ellos y sus familias.
Las conversaciones desustanciadas, la preocupación por el perfeccionismo en las aficiones de los hijos, las exigencias fuera de lugar en una calidad de servicios en un país que tiene bastante que mejorar –entonces qué no deberíais decir de un tres estrellas europeo- me tocan en la medular de mi animismo. Y como soy de fuego del Tian Shan, como galopo a caballo sin silla, como me dejo llevar donde me llevan las corrientes, mejor me aparto.
Y ésto empecé a hacer hasta que mi grupo configurado por una treintena de personas me confirmó lo que todos ya sabemos: que la base o mínimo común denominador de la población española en el caso límite de que no actúen por conveniencia, es de una calidad inagotable.
Cómo no podemos revisar dialogando una Constitución si nos cimbreamos así por el mundo. La delicadeza y gentileza astur-leonesa, la ironía punzante que consigue resultados con una media sonrisa tras presión malagueña, la nostalgia catalana porque al menos las relaciones con Aragón sean personales y no pastillas de política, la determinación y relación con el territorio soriana, la elegancia salmantina que hace volar cincelada en piedra de Villamayor, ese estar por los demás con una sonrisa propio de los segovianos, la seguridad en movimiento madrileña… dan para muchísimo más como para no valorarnos.
Damos gusto. De lo que dio fe mi nueva madre inglesa a la que le doy un beso. Mi mejor amiga de la infancia de Berdún, Charis Boucher, nació en Sheffield. No muy lejos de la ciudad de mi compañera de viaje: York, tierra angla cuya base nobiliaria es vikinga y danesa, desde la que nos emergió Jane. Con sus ademanes de actriz de la vieja escuela de Michael Caine. Hasta los cockneys eran educados y tenían toque de charme. But not yet?
Mi casa en Berdún era una torre pequeña de la muralla. Por esas cosas de que en el Aragón del Pirineo pensamos en nuestra lengua propia, me llaman en toda Jacetania Luis de Terreta. Pues bien, el grupo contenía una sorpresa mayúscula. Todo un valenciano de huerta de “La Barraca” de Blasco Ibáñez. Un torreón en presencia y humanidad, con un humor desbordante, que se marcó el arroz base uzbeko nada más volver a Valencia, padrazo absoluto de sus hijas y al que no puedes ni te deja más que querer o querer. Esta raza de valencianos llaman a los hortales ante los que nos quedamos conmocionados los aragoneses su “terreta”. Con Ramón se puede ir al fin del mundo y además volver.
Ahora bien, mi conmoción total y absoluta no fue por la gente de mi grupo ni de otros. Eso que en uno había hasta una pareja de Teruel que entendí que estarían iluminados por ver su arte de ladrillo y cerámica interpretado de otra forma en otra civilización, pero no… simplemente viajaban y olé ellos.
Me refiero a una dupla de tío y sobrino de Mieres, en Asturias –si yo pudiera cantarte…- Ese crío que salvó la vida en un accidente sideral en 2020 (me lo contó después Luisa, que parió este texto y no lo supo), de nombre Nacho y fue recuperando poco a poco la movilidad y la conciencia. El zagal camino de niño, porque hombre lo es con mayúsculas, tiene esa sonrisa de los hombres asturianos buenos que porta el jugador de fútbol Cazorla. David Villa venía a las fiestas de mi pueblo y también me pareció un gran guaje, nada chulo y ordinario. Suaaaaaveeeee.
Pero este crío que se llama Nacho tiene una sonrisa que se ve a cuatrocientos metros, una manera de acariciarte con la mirada y la boca que yo no había sentido nunca. Y detrás de ella está su cimiento, su tío Santiago. Santa paciencia minera, en el fondo de la mina mire el cielo y no lo vi.
Yo sí lo vi, sí, Nacho. Gracias a tí y más que en ninguno de los extraordinarios lugares que hemos visto juntos. A veces la vida es justa (mi abuela analfabeta me corregiría, pero qué pocas), y tú eres uno de los casos.
España en movimiento, los de la vida pequeña, no son una sinfonía cuadrada pero aburrida de perfección. Es la música de Abba, vibrantes armonías metálicas, cantando destemplados y con rabia pero con calidad, esa gente de fuego nórdica que no hablaron sino de sus propias vidas.
Como esto va para vosotros, y vosotros tenéis música como sintió nuestro guía maño Ayatola, esto va acompañado por una de las canciones monumentales de un grupo para bien muy popular. De esas que ponen los pelos como escarpias, como vosotros.
Ya perdonaréis la tozudez aragonesa.
06.11 Luis Iribarren
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