Antes del año 1950, esta era la estampa habitual de una Zaragoza recién salida de la Guerra Civil, con la pasarela metálica y de pago sobre el río Ebro y un Pilar sin haber comenzado la construcción de las dos últimas torres, las que dan al Ebro, las que llevan el nombre de San Francisco de Borja y Santa Leonor, en honor al matrimonio que puso sus dineros para la construcción.
Dicen que fueron 25.000.000 de pesetas, pero también se dice que era una manera de compensar la bárbara decisión del padre de Leonor Sala, que como alcalde fue quien impulsó la destrucción de la Torrenueva.
Se llamaba aquel regidor Esteban Alejandro Sala y Santanac y fue tres veces alcalde de Zaragoza. Para que tengamos una idea de lo mucho que debía amar la ciudad y lo torpe que era con sus decisiones.
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