El primer caso con nombres y apellidos por aquellos años es de libro. Sencillo y simple. pero el segundo tiene su sabor de asco y crueldad. Una viuda, que trabajaba de portera y que a las cinco de la mañana empezaba a trabajar repartiendo leche, le habían entrado a robar en su casa para llevarse ropas de hogar, ajuar de cama y comedor. Cosas entre gentes necesitadas que en vez de robar a los ricos roban a los pobres, que siempre somos más fáciles de dejarnos robar.
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