Los que venimos del mundo de la empresa sabemos que en determinadas circunstancias llegamos a la conclusión que lo bueno sería sacar todos los componentes de una empresa a la calle y empezar a meter poco a poco todo de nuevo, en otro orden, con otro color, dejando algunas cosas junto al cubo de lo innecesario. Sean clientes, máquinas, servicios, contabilidades o personas tóxicas, que de todo hay en la viña del señor cuando hay que refundar, aunque suene feo. Cuidado, cuando hablo de personas tóxicas no siempre me refiero a trabajadores, sino en muchos más casos a socios o jefes.
Una refundación no es fácil, no es barata, tiene que ser más o menos profunda pero útil, debe servir para relanzar la empresa y los servicios, tienen que notarla los clientes, debe ser vendida con éxito, y casi siempre lleva acompañada de un cambio de accionariado, por ampliación de capital en la mayoría de los casos. Si no es así, los bancos no creen en las refundaciones.
Aplicar estos conceptos a los partidos políticos es posible. Pero con algunas aclaraciones que es bueno conocer.
—Una refundación no es una absorción ni una fusión. No desaparece lo anterior, sino que se transforma en otra cosa. Que tiene que parecer mejor, mucho mejor a ser posible.
—Una refundación política tiene que buscar un éxito diferente, y por ello y sin cambiar de ideología, debe actualizarse para adaptarse a los nuevos tiempos y nueva sociedad que hay en ese momento. Si todo se mueve y una organización se queda quieta, literalmente se queda atrás.
—Una refundación política no es un cambio de nombre, de logo, de colores, de sede social. Es mucho más, sin ser todo. Es sobre todo la incorporación de nuevas caras, nuevas formas, nuevos accesos sociales, nuevos intercambios. Nueva organización, nuevo organigrama.
—Una refundación tampoco es un cerrar…, y abrir de nuevo algo totalmente diferente. Hay que mantener a los clientes, los proveedores, los servicios…, aunque con todos ellos es normal tener una relación distinta. Deben notar que algo importante se ha producido. Y hay que producir una seguridad nueva, demostrar una capacidad muy aumentada.
Ejemplo de refundación política hemos tenido en España y Europa de muy distinto grado. Los restos de la UCD se convirtió en el CDS. La AP recogió gran parte de la UCD para formar el PP. El PCE tuvo que transformarse en IU. Pero hubo intentos fallidos por las malas gestiones posteriores con ideas como Izquierda Plural. Se refundó la izquierda vasca, la izquierda gallega, o la valenciana.
Algunas veces lo que figura externamente como una coalición electoral es el intento de una refundación “en hierbas” que a veces fructifica y a veces no, depende de resultados y de los integrantes de las plataformas políticas que entran en las coaliciones.
La mayoría de las veces en la que se intenta una refundación política con todas las formas por delante —demostrando a la sociedad que se apuesta por la refundación y no por otros procesos menores—, es porque se ha llegado a la conclusión de que el electoralismo a corto plazo no es la meta que se desea alcanzar, sino un recorrido de más largo alcance. El caso más cercano es el de CiU con su refundación posiblemente sin terminar y con unos objetivos muy claros, no todos confesables.
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