Aragón está lleno de cardos borriqueros y así nos va. Son hermosos cuando están rodeados de malas hierbas, bellos por su flor y color, ornamentales incluso, pero poco más. No tienen jugo ni chicha, no se saben explicar, viajan en el tiempo y en la distancias, salen por donde le da la real gana creyéndose que son de Bilbao y pueden nacer donde les salga, y a los pocos tiempos se apagan y pierden el brillo, quedándose como una mala hierba que pincha.
Sí, sí, en Aragón tenemos muchos cardos borriqueros. También es verdad que por otros lares abundan como por aquí, pero a mi los que me hacen gracia son los aragoneses.
Yo no me acerco mucho a ellos, pues me han dicho que según sopla el viento, a veces, se mueven estrepitosamente y aunque estés a cierta distancia te pueden pinchar. Pero los miro y me hacen gracia.
Cada vez hay menos aragoneses que se quieren llevar a su casa de recuerdo un cardo borriquero. Pero todavía hay. Así que se trata de ofrecerles otro tipo de flor, para que disfruten, pero no se pinchen.
Nota.: La imagen es de Luis Iribarren
Yo no me acerco mucho a ellos, pues me han dicho que según sopla el viento, a veces, se mueven estrepitosamente y aunque estés a cierta distancia te pueden pinchar. Pero los miro y me hacen gracia.
Cada vez hay menos aragoneses que se quieren llevar a su casa de recuerdo un cardo borriquero. Pero todavía hay. Así que se trata de ofrecerles otro tipo de flor, para que disfruten, pero no se pinchen.
Nota.: La imagen es de Luis Iribarren
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