20.11.25

Santo Voto y Félix, zaragozanos en San Juan de la Peña


En Aragón hemos tenido grandes personajes, a veces con suficientes datos históricos para poder hablar de ellos, y otras veces con datos con los que a veces dudar pues no siempre hay constancia total de lo relatado. Este podría ser el caso de los santos aragoneses San Voto y San Félix.

La historia de los santos Voto y Félix es una leyenda fundacional íntimamente ligada al origen del Monasterio de San Juan de la Peña. Aunque la tradición los identifica como nobles mozárabes de la ciudad de Zaragoza, su relato se desarrolla en los Pirineos aragoneses durante el siglo VIII.​ Familia que había decidido pagar por seguir viviendo en la Zaragoza musulmana sin renunciar a su religión cristiana.

La historia comienza cuando Voto, un noble de Zaragoza aficionado a la caza, perseguía un ciervo por las inmediaciones del monte Pano, cerca de Jaca. En su persecución, el ciervo se despeñó por un precipicio, y el caballo de Voto, arrastrado por la inercia, se precipitó también al vacío. En ese instante, Voto se encomendó a San Juan Bautista y, milagrosamente, el caballo se detuvo suavemente en el fondo del barranco, frenando y salvando la vida del jinete.

Al recuperarse del susto, Voto descubrió la entrada a una cueva que tras un gran boquete en la montaña estaba dedicada a un santo y en su interior, encontró una pequeña ermita dedicada a San Juan Bautista y el cuerpo de un ermitaño llamado Juan de Atarés, que había vivido allí en soledad.

Junto al cuerpo, una inscripción relataba su historia y su devoción.​ "Yo Juan, eremita en este sitio, habiendo despreciado el mundo, fundé como pude esta ermita en honor de San Juan Bautista, y aquí descansó en paz. Amén". Voto dio sepultura al cuerpo allí encontrado, un tal Juan del pueblo de Atarés, y se volvió a Zaragoza.

Impresionado por el milagro de haber salvado su vida y por el hallazgo, Voto regresó a Zaragoza y le contó lo sucedido a su hermano Félix. Ambos decidieron renunciar a su vida de nobles, vender y repartir sus riquezas entre los pobres y retirarse a la cueva para vivir como ermitaños.​ Al llegar a dicha ermita edificaron dos celdas continuas a donde había vivido Juan de Atarés, y se dedicaron a oran a todas las horas del día.

En las zona aledañas enseguida se supo de su existencia y acudieron allí los primeros aragoneses para hablar con ellos, y los dos hermanos les exhortaron a defender el cristianismo desde aquellas montañas, luchando contra los musulmanes

La devoción de los dos hermanos por su nueva vida de ermitaños atrajo a otros cristianos y, con el tiempo, su pequeño refugio se convirtió en el germen de uno de los centros espirituales y políticos más importantes del Reino de Aragón: el Real Monasterio de San Juan de la Peña. Se convirtieron en líderes espirituales de las luchas contra los musulmanes desde el norte de un incipiente Aragón, exhortando a la lucha con los que consideraban invasores, reconquistando territorios y haciendo crecer al Aragón a través del liderazgo de Garci Ximénez que formó parte de los llamados siete reyes legendarios del Sobrarbe, siendo el primero de ellos.

Los cuerpos de ambos santos, San Voto y San Félix fueron enterrados allí en San Juan de la Peña, y su historia quedó unida para siempre a la fundación del 
famoso monasterio y de Aragón.

La principal fuente escrita que narra la leyenda de San Voto y San Félix es la Crónica de San Juan de la Peña. Este texto, redactado en su versión definitiva en el siglo XIV por orden del rey Pedro IV de Aragón, tenía como objetivo crear una historia oficial del reino de Aragón, estableciendo sus orígenes y legitimando a su monarquía. 

La crónica recoge la leyenda de los dos hermanos como el mito fundacional del monasterio, que a su vez es la cuna del Reino de Aragón.​ Puede ser un mito, una crónica inventada o un hecho basado en datos reales, no lo sabemos.

Desde el punto de vista de la documentación histórica, no existen fuentes del siglo VIII, IX o X que mencionen a Voto y a Félix. Los archivos del propio monasterio, cuya mayor parte se conserva en el Archivo Histórico Nacional, contienen documentos que datan, en su mayoría, de a partir del siglo XI en adelante. 

Estos documentos tratan sobre donaciones, propiedades y la vida del monasterio, pero no ofrecen pruebas sobre la existencia de los dos fundadores legendarios.

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