En esa profusión de noticias que diariamente emiten los medios, una de ellas no ha tenido una gran relevancia, ni ha ocupado los principales titulares, pero para mí, no sólo me ha emocionado sino que me ha hecho enormemente feliz.
Jánovas, el pueblo que simboliza el atropello y el abuso más indigno realizado por una compañía eléctrica con el apoyo del gobierno en la época franquista ha vuelto a ver la luz. No es una expresión metafórica.
En 1951 a este pueblo de la comarca del Sobrarbe, uno de los más prósperos, le cayó la condena de la desaparición para construir en su lugar un pantano. Fue uno de tantos episodios de derechos pisoteados en época de dictadura. Dinamitaron sus casas ante la negativa de sus habitantes a dejarlas y, tras años de lucha y desesperación, tuvieron que irse definitivamente en 1984.
Otros municipios de mi querido Sobrarbe, como Lavelilla y Lacort corrieron la misma suerte. A mucha gente le segó la vida, pero en vano, porque años después, en 2005, se descartó el pantano por inviable.
Mi alegría además de la feliz noticia de que la luz eléctrica llegue a Jánovas, porque por primera vez, un Consejero del Gobierno de Aragón, en concreto José Luis Soro, le he oído decir, que existe un compromiso moral de los aragoneses con esta gente expoliada, tras muchos desencuentros con los sucesivos gobiernos de España y de Aragón.
La aportación de su consejería para esa instalación, ha dado esperanza a lo que representó expolio y abandono, rompiendo la falta de compromiso de gobiernos anteriores, que se negaron a pagar el plan de restitución prometido, sin olvidar al Ministerio de Medio Ambiente al no haber querido nunca cumplir con sus obligaciones.
Ya no se les puede devolver sus rincones y su vida ni a los de Jánovas ni a las más de 4.000 personas que ese maldito pantano echó del valle del Ara, pero al menos se ha encendido la luz de la esperanza porque como dice nuestra Ronda de Boltaña "Tu casa no es sólo un montón de piedras...es más que un techo, es un puente de sangre entre los que vivieron y los que vivirán. Que no hemos de llorar! Juntos somos un pueblo y este es nuestro lugar.
Daniel Gallardo Marin
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