10.11.23

Dirección General de Desarrollo Gastronómico


Está claro: Baires (Buenos Aires) puede y quiere. Gobierne Perón 4.0 y sumar con Bergoglio o gobierne Macri como ventrílocuo llevando en la mano al muñeco ese que grita, el Tiktokero de la Pampa Javier Milei que parece ha acortado su apellido judeo polaco correspondiente Mileikowsky portando su madre el cracoviano Lucich, no se la van a jugar.

Apuestan por ser visitados como puente a Patagonia e Iguazú pero con sus verdaderos e irresistibles encantos: los teatros que superan en número a los de Madrid, sus editoriales que siempre gozan de una vida de aventurero pero publican a un ritmo de las españolas y las de Ciudad de México, el tango pero… también los restaurantes de asados carne y comida italiana revisada de Palermo y Puerto Madero. Como marcas de vino a sí o sí beber, el blanco de Salta y el malbec de Mendoza. Son gastro-nacionalistas apasionados del resultado, sí, de una feliz fusión.

Así que lo han tenido claro y no depende de gobiernos de coalición. Han creado una dirección general con el nombre que se apunta. Cuando las autonomías históricas o no españolas reparten o comparten esfuerzos –acordes y desacuerdos, notas desafinadas- en promover un destino gastronómico como turístico, pero a la vez relacionado con la otra dirección que es de Empresas Agroalimentarias y Calidad (Cataluña), Dirección General de todo el Turismo (Aragón) dentro del departamento de Medio Ambiente, parece que para favorecer a lo primero…

Pero ambos a la vez divorciados del de Alimentación, con la promoción e innovación a cargo del CITA cuya revisión del semillero aragonés tradicional es un sueño hecho realidad.

Claro, cuando eres la cuna del Bulli o la provincia o “nacionalidad histórica” de tantos lugares que se llaman “celler” o “bodega”, la capital mundial liberal latina donde la plaza de Colón, albergas el Bask Culinary Center o el La 2 no hacen más que repetir los programas de tus “chefes” del mar, o te paren cinco cruceros por día, gozas del mejor marisco en batea del mundo, te elevan a los altares tu paella de arroz pasado o el cachopo aceitoso de vacuno de donde ya veremos, qué importancia tiene.

Pero sucede que dentro ni fuera de Aragón nadie distingue cual sea su plato nacional, conoce salvo muy iniciados a Carmelo Bosque, el restaurante de Tramascastilla de Albarracín o la sutileza de las cocinas de Ribagorza y el Maestrazgo. Porque, según wiki, entrada de vergüenza, la gastronomía aragonesa en la primera frase no existe sino que “se encuentra influida…”

En este país de productos, extensísimo, con sol y cierzo purificadores, habría que ir algo más allá de los alimentos de calidad y unificar políticas para ponerlo en el mapa como uno de los lugares en que, sin cocina del mar pero con trucos para superar el bocio, mejor se come en interior del mundo.

Claro, a base de academias de gastronomía del lugar que no se reproducen en una única interlocución política, concentrando los esfuerzos, salvando los milagros como las jornadas de trufa, el espectáculo del concurso de quesos de la feria de otoño de Biescas o las jornadas temáticas de garnacha, no se va a avanzar.

Huesca ciudad y provincia siempre lo ha intentado con paso propio pero cuando optó a ser Capital estatal de la gastronomía o intenta ser considerada referente como ciudad de la innovación gastronómica, le pintaron políticamente la cara los periféricos poblados. No recibió en un momento clau suficiente respaldo como para salir del cascarón y aprovechar la marca Pirineos cara sur y sus alimentos propios.

Será que ya nos va bien, en facturación y en pereza. Que aunque una de las pocas actividades con know-how que un crío de pueblo puede ejercer en su país, no llega a 70 habitantes la población de Tramacastilla y vieron desde fuera la calidad de su patata agria, sea la del acogimiento con calidad y glam de estar en contacto con sus clientes de todo el orbe, no lo vamos a reconocer ni potenciar ni creer en ellos.

Porque hasta en Aragón TV rallan –de rallador y no haciendo rayas- por castigo parmesano y no tronchón y en Jaca el vino fino se ofrece en los bares por Rioja, y si eso ya corregirás tú pidiendo no un Somontano sino un vino aún mejor de pago o cosechero de Almudévar, de Ayerbe o de Barbenuta que ya está cerca, pues nanay del decantador.

Y entre los vinos de más de 30 euros ni que decir de pedir un Gran Vos o un Blecua sin salir de Huesca, porque no van a tener el márquetin que el Gobierno de Aragón no les da. Entonces si no los ves en las cartas y lo dices, te miran con cara de que qué extravagancia es esa. Cuando cruzas a Oloron y tienes que trasegar por obligación con el jasco pato, el demasiado dulce sin los matices del Tokay vino de Jurançon y de postre, el mismo queso que se hacía en Roncal y en Ansó pero más con sabor a Ricola y menos picante.

Claro que si el del bodeguero o del restaurante es un voto contrario será lo normal que tenga que sucederles. Que por hacer soñar en Aragón vayan a costa de su grasa en la lomera. Otras libertades y propiedades tendrán, que la fraternité no creo que les entre por la puerta.

A veces sopla un viento triste y frío, Los días son igual que una condena…

Hay hombres con miradas que fulminan
como el rayo penetra en carne viva.

(Santiago Auserón del Gancho, metiéndole mano en el haiku a Labordeta y en la melodía a Carbonell).

07.11 Luis Iribarren

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