13.7.17

Bares singulares de Aragón 3: Ragtime

Hay una opción vacacional siempre existente. Vivir Zaragoza y el resto de ciudades aragonesas. Quedarse para fluir sin agobios y para pensar. Trabajar en verano, porque da tiempo para incluso planificar bien el ocio del año siguiente, desde la tranquilidad. Comer excelentes menús del día a precios contenidos cuando en la costa dan…

A sabiendas, como en Semana Santa, que quienes provenimos del medio rural vamos a volver a trazar lazos y remendar redes en nuestros pueblos repletos en agosto.

Vienen bien entonces esas tardes de estío en Zaragoza de estudio y asentamiento de las redes. Seguir con el blog en agosto. Volver de los pueblos con trabajo y terminarlo el fin de semana siguiente. Vivir las programaciones culturales del centro Joaquín Roncal o ir a la filmoteca que no para. Ser el dueño de las calles en bicicleta.

Son esenciales entonces esos espacios urbanos fecundos en Zaragoza. Por dar opciones para una sabia huida de lo cotidiano, lo cotidiano son las permanentes noticias sobre vacaciones e incendios.

Entre todos, esos bares donde se produce un efecto Mogambo. Que te trasladan a otros sitios: como hace Al Kareni a Marrakesh, el bar Habana a Madrid y… especialmente para mí… El Mañana y el Ragtime a Londres, NY… y a muchos otros sitios el segundo…

 Ubicados en el Chamberí zaragozano, el barrio del Carmen lleno de espléndidas edificaciones racionalistas. Calles de por sí sombreadas donde se puede estar a 28 grados en un día de 40. Esos sitios protegidos del sol vespertino y donde los edificios han tenido algo de tiempo para no reverberar calor.

Calles con acacias todavía, donde hay algo de brisa y una suave humedad que generan estos árboles, acostumbrados en Kenia y Sahel a temperaturas con contrastes tan fuertes como Aragón. Las calles que contienen estos ya infrecuentes árboles que plantaron nuestros abuelos con buen criterio.

Entrar en el Ragtime es entrar en el Cotton Club de Harlem, es disfrutar de un bar de conversación sin televisión, es la contemplación de cómo viven el jazz en directo veteranísimos músicos zaragozanos.

Es admirar la limpieza de un bar hecho en los 80 y que sigue, como los 1.500 de los taxistas de la época, perfectamente limpio y niquelado. Lo que resalta la taracea antigua y muy buena ebanistería del local, cada vez de un color más miel oscuro.

La sombra y el ambiente del Ragtime evocan a Joseph Conrad y el hotel Raffles de Singapur. O escenifica Casablanca y el bar piano de Rick. Ir con un libro de poemas o de viajes, también de literatura negra, a este espacio que podría estar en San Francisco, en Nueva Orleáns o en Corfú… y dejar pasar la solana en los bajos de un edificio con muros suficientes para guardar un poco de fresca.
Hotel Raffles, Singapur. Cotton Club, Harlem. Avenida Duke Ellington, esquina Martin Luther King. Ahí queda esto, escrito oyendo la orquesta del gran Duke, mi jazz favorito… Tantas conversaciones en el Ragtime…

Momentos de deleite sencillo y efectivo. Zaragoza cosmopolita, ciudad no tan agobiante como para que sus habitantes vivamos nuestros sueños y aficiones después de trabajar. Todo eso representa mi querido Ragtime. Para mí y para personas de cualquier generación. Precedido de un café con hielo y lectura de periódicos en el Café de Levante.

Un valladar para las relaciones intergeneracionales en torno a una pasión compartida: la música.

30/06/2017 Luis Iribarren

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