La Asociación Aragón Japón ha propuesto para celebrar nuestro 20º Aniversario diversas exposiciones de pintura con aguadas a la tinta china, sumie, de bonsáis de la fascinante asociación de expertos zaragozanos en convertir higueras en poesía y un ramillete de charlas dedicadas a disciplinas artísticas japonesas. Todos los actos se vienen desarrollando en el sótano del Centro Joaquín Roncal de Zaragoza.
Ayer varios afortunados asistimos a un documental felicísimo de casi una hora, recorrimos con una aficionada japonesa a grabar sus cambios estacionales, los numerosos y cuidados jardines de Kyoto. Varios de ellos, principales exponentes del arte japonés de la jardinería seca, de piedra, o con agua.
Las jornadas organizadas por la Asociación Aragón-Japón proseguirán hasta enero y os recomiendo la asistencia a alguno de sus actos que podéis consultar en su página. Os emplazo porque suelen durar una hora a acompañarlos con una visita a la armadura samurái recién adquirida por el Museo de Zaragoza depositada en la planta baja del Museo Pablo Serrano y a la exposición de pintura ukiyo-e y hanga: “La Mujer en Japón”, que engalana como pocas veces el patio del Palacio de Sástago.
Comisariada por el mismo pintor, qué mejor modo tras una colación con tempura de borraja o cebolla tierna en el bar de la calle Jordán de Urriés, que ha maridado con originalidad productos aragoneses con tradición japonesa, que dirigirnos a gozar de la obra colorista y llena de ternura, con la visión optimista del paisaje aragonés y la ocurrencia de herir a los Mallos de Riglos con cortinas de pintura de colores, de la exposición “Paisajes Iluminados” de Paco Simón en la Lonja.
Su mirada alucinada y expresionista sobre el paisaje aragonés lo acerca sin él pretenderlo a los viajes por Japón recreados en láminas de los grandes de la pintura japonesa: Hiroshige y Hokusai, maestros del lacado y del entintado de planchas previo dibujo detallado y soberbio de los mundos flotantes.
Qué mejor que dedicarles a la Asociación Aragón Japón y a Simón una pequeña y breve relación de jardines aragoneses (o espacios con árboles y vida) en que detener el tiempo, que se confunden con la naturaleza circundante o que la paralizan. Inesperados y sutiles cambios acontecen en ellos como en los de Kyoto. No gozan de la popularidad del bosque del Betato de Tramacastilla, del Monasterio de Piedra ni del Parque Labordeta, pero permiten estar en paz y darse un baño de luz, de arte o de quietud, acompañan el reposo y lectura detenida de una novela de Kawabata, de una página de Irene Vallejo, permiten masticar salivando un poema de Vilas y que Miguel Mena te meza la mente por su Moncayo.
1.- Vía crucis de postes de alta tensión, cuevas, capitanas y pitas del Cementerio de Juslibol.
El conjunto humano de las viviendas horadadas de la montaña campamento previa a la conquista por Alfonso el Batallador de Zaragoza, es el verdadero cabezo de la ciudad, no donde está el rey del Parque Grande.
En ese espacio, se desordenan geranios, pitas, azaleas, algún pino plantados por los covanos y sobreviven aromáticas. Su bosque de cabecera por el que se hace una carrera nocturna con linternas surreal es un calvario de postes metálicos al servicio de Zaragoza. Y la ciudad se divisa desde su Gólgota como una mancha edificada expresionista en medio de la cinta verde de regadíos del Ebro. Por la tarde, en días de cierzo, se asiste a monumentales puestas de sol con reflejos rosados y jazmines que tiñen de terciopelo antiguo gótico las huertas de Juslibol y de oro viejo aplicado a brochazos, el de los retratos de Goya que tenía la luz en su pincel, los edificios de la Expo, los puentes y la Estación de Delicias.
2.- Jardín de San Lure de Jaca.
Para esos días en que nieva a copos gordos o que incluso en la montaña la máxima es de 30 grados, con todos los pirineistas subiendo a ibones y hayedos y los forasteros del común paseando por el parque modernista y la Vereda Oeste de Jaca, os emplazo con una botella de agua fresca y un libro a vagabundear por el este vacío de Jaca y localizar este bello rincón irregular. Ensombrecido por cedros y arbustos que los matizan, permite disfrutar de una vista de Oroel humanizada entre ramas, que le quita su tratamiento divino. Esta maravilla viene del aprovechamiento por el Ayuntamiento para uso público el jardín privado de la Villa María, de los Díaz-Pradas y generación del espacio en que se organizan los conciertos al aire libre, anfiteatro en la misma colina.
3.- Paseo arbolado con chopos cabeceros y referencias literarias de Calamocha.
Si tenéis la suerte de visitarlo con el río un poco helado y las ramas de los árboles combándose con la nieve, viviréis una experiencia fascinante. Tomándolo de sur a norte, el paseo os conducirá al puente romano de un arco y al lavadero histórico de la localidad. Los letraheridos gozaréis durante el recorrido de una ruta literaria con quince estaciones dedicadas a autores aragoneses que incluyen fragmentos de su obra (el bilbilitano Marcial, varios aforismos de Gracián, pedazos de artículos del periodista de Codo: Benjamín Jarnés, poemas de Enrique Villagrasa) o de otros con obras relacionadas con este histórico paso del Jiloca y Aragón, la Extremadura medieval aragonesa hacia Valencia (El Cantar del Mío Cid, un soneto del Quevedo desposado el Cetina y la inevitable referencia al eposodio del Quijote acontecido en la Ínsula Barataria).
Destacar al respecto un fragmento de la novela “Patria” de Aramburu, en que se describe el frío seco y helador del frigorífico de España, novela que nos dará para otras aventuras.
4.- Jardines arbolados con pinos de la subida al Castillo de Alcañiz (Puipinos).
Lo elegimos por su carácter de jardín de acceso a castillo de los que encontraremos en Monzón, Uncastillo o también Aínsa. Desde Puipinos, formando la vista parte del jardín, se tiene una mirada en contrapicado y privilegiada sobre los tejados y parcelario del Barrio de los Almudines de la ciudad, judería y ensanche medieval, repleto de casas con un frente de fachada de cuatro metros en parcelas rectangulares de similar superficie. Se trata según los expertos de un ensanche relevante como principal exponente modelo de urbanismo gótico, ortogonal, en damero, que genera casas profundas hacia el interior y separa su calle Mayor que baja al puente del Guadalope y se conserva particularmente puro.
Quizá se trate del proyecto con mayor influencia del jardín japonés ejecutado en todo Aragón lo que, además, permite en una manzana cerrada con varias entradas jugar a trasladar a su interior el espacio agrícola y ordenación de campos que circundan la ciudad. Contiene diversas pequeñas acequias que lo dotan de humedad y notas musicales, una lámina de agua con lotos que refleja hileras de bancales propios de las huertas del Isuela, montículos aterrazados con aromáticas del entorno y bulbos, sombreados por arces y otros árboles caducos que establecen, en su conjunto, un diálogo permanente con el jardín en las distintas estaciones.
6.- Ajardinamiento en solar de la calle Mayor de Borja.
Con él queremos representara las iniciativas de los ayuntamientos semejantes a la felicísima de “Esto no es un Solar” de Zaragoza, que tan dotado de sorpresa, belleza cotidiana y vida a entornos condenados. Que han generado pequeños oasis de vegetación en las parcelas cada vez más numerosas que quedan sin uso ni iniciativa urbanística tras demoler edificios ruinosos. Elegimos la borgiana debido a que la ciudad cuenta con uno de los parques con mayor historia de Aragón, el Parque del Agraciel, que necesitaría una inversión importante para cambiarle su aire simétrico obsoleto.
7.- Jardines y Parque de las Arcillas de Teruel.
Si el concepto de jardín japonés pasa por trasladar a entornos de santuarios o privados la naturaleza circundante, simbolizando las gravas menudas las olas, las piedras con musgo las montañas y las insertadas en lagos, las islas del archipiélago, entonces el concepto de este reciente jardín turolense es el inverso. Acercar a la ciudad y permitir el disfrute de las laderas artificiales y con apariencia de erosionadas provocadas por la extracción de arcillas para su transformación en Villarreal, extraídas en los montes que circundan la ciudad al este, superando la cicatriz estética, lo vaciado presente hasta en el corazón de la capital de la provincia que ha clamado contra el abandono.
El sabio tratamiento y ajardinamiento contiene miradores de arcilla hacia la ciudad, embalsamientos que remansan las aguas de los barrancos y plantaciones cuidadosas de pinos que no impiden la perspectiva de las muelas rojizas de arcilla.
8.- Jardines de la Chimenea de Monzón.
En una ciudad repleta de sotos y zonas verdes, cuyo parque más usado y le ha dado renombre mundial ha sido su pista de atletismo, la chimenea de la Azucarera fue preservada y, como sucede en otras localidades de Aragón como los jardines con chimenea próximos a Helios en Zaragoza, el espacio de las naves resultó aprovechado para unos jardines de ciudad central, con un buen diálogo con los urbanizados en las orillas del Sosa.
9.- Vistas del Moncayo desde Trasmoz y sus parientes próximos del Obispado de Tarazona.
Lo sé, es recurrente, como también sé que el mejor jardín de la Comarca de Borja es el huerto y el entorno cisterciense de Veruela, que podría haber citado con emoción idéntica la plaza desnivelada de la lonja de la iglesia de Añón o el muy bello jardín de la orilla del Queiles donde está la piscina de Tarazona, siendo yo un entusiasta de la rehabilitación de la plaza de acceso a la Catedral. Pero el Moncayo es el Fuji Yama aragonés y su vista más bella es matizado por el castillo de Trasmoz el mes de febrero, en día de cierzo con su cumbre nevada reflejando un azul purísimo.
Destacable por su vista sobre el valle del Aranda y pariente en colores y en historia, me resulta el entorno ajardinado del Palacio del Papa Luna de Illueca.
De la misma familia, visitad la placita ajardinada minimalista mudéjar con suelo cerámico, arquitos y cenefas y un mural de bronce del escultor Luis Moreno, que solaza sin afectar su acceso a una de las mayores joyas artísticas aragonesas: la magnífica iglesia-fortaleza de San Félix de Torralba de Ribota. La plaza-jardín cerámico funciona asimismo como un mirador excelente a las muelas rojas del valle.
10.- Entorno ajardinado del Castillo de Alfajarín.
Como la lista no va del mejor al peor en mis consideraciones, debo citar como representativa de los ajardinamientos gozosos de páramo presentes en Leciñena, Monegrino y Lanaja, en los municipios monegrinos de Zaragoza o Huesca, la subida al castillo y ermita de Alfajarín . Ejemplo de repoblación escasa y suficiente sobre los difíciles suelos de yeso y páramo aragoneses.
La subida a la ermita discurre entre pinos, azaleas y aromáticas (recomendable hacerla para los que no podáis ir a Santorini) y desde arriba gozaréis de los emblemáticos montes blancos, que dan paso al verde oscuro de huerta del Ebro. El cerro de la ermita de Alfajarín, armoniosamente embellecido con olivos y cipreses, permite la vista del toro de Osborne recortado en colina próxima, comparable como icono a las piedras linterna votivas de los jardines japoneses.
«La verdadera libertad consiste en poder hacer lo que se debe hacer.» (Baltasar Gracián)
26.11 Luis Iribarren
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