Aragón sale nuevamente mal parada en el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado. Alguien dijo: “Aquel que tenga la palabra como arma será el más fuerte”. Y es una demostración inequívoca de lo habitual, seguir dando a los que son más y gritan más.
Con qué poquico algunos se conforman.
Como no podía ser de otra forma, Mar Vaquero parlamentaria aragonesa del PP y alcaldesa de Maria de Huerva, considera que la partida destinada a Aragón es "razonable". Supongo que tiene que ser duro tragar con todo a sabiendas del disparate, salvo que prevalezca la obediencia ciega a un partido que ningunea a Aragón.
Quiero recordarle que es la asignación del Estado a Aragón más baja de lo que va de siglo.
Pero siguen diciendo el: “…aquí nos tienes; úsanos” rayando lo obsceno, como en su día le dijo Santiago Lanzuela, a su presidente Aznar. Me preocupa mucho esta habitual mansedumbre anacrónica hacia el jefe de filas, que se da, especialmente, en los conservadores.
En los mismos términos se expresa el presidente del PAR Arturo Aliaga, agradeciendo el compromiso del Gobierno con Aragón, a pesar de reducir la inversión al 18%. El mismo que dijo, más por la emoción que por la falta de ejercicio, "que le temblaban las piernas", estando de telonero en un mitin junto al expresidente popular.
El delegado el Gobierno lo justifica con el cuento de la lechera, diciendo que es parte de un plurianual hasta el 2020 y que nos suben el peso relativo, algo virtual que se traduce en nada. ¿Hasta dónde llega el límite de disciplina de nuestros políticos cuando el que gobierna es su jefe de filas?
No se trata de ser más…, pero tampoco menos que nadie. Unas simbólicas partidas para el Canfranc, o para los tramos de NII de Pina-Fraga o Fuentes de Ebro-Valdealgorfa; migajas para cambiar proyectos dormidos durante años de un cajón a otro para seguir esperando.
Mentiras y cifras que nunca llegan.
Mientras en esta década, en esa N232, cerca de medio millar de accidentes, decenas de muertes y centenares de heridos. Eso no son proyectos ni mentiras, es una triste realidad que el gobierno solo hace caso si se lo piden con gritos y amenazas.
Daniel Gallardo Marin
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