Efectivamente, la pandemia no ha terminado, pero sobre todo no tiene que terminar con nosotros. Estamos tristes pues ya pensábamos en noviembre que esta situación la teníamos superada y nos hemos dado cuenta de que no, de que sigue atacando entre nosotros.Así que nos toca vivir mentalmente más en el día a día, admitiendo los fallos, la saturación en Atención Primaria que la sufrimos los pacientes y los profesionales a medias, con esas precauciones imprescindibles que nos han dicho mil veces y siendo positivos sobre todo lo que nos rodea, pues es la única manera que tenemos de momento, para no hundirnos.
Son las segundas Navidades NO normales y debemos entender claramente que al menos las vacunas sin ser una panacea han supuesto que encaremos estas cifrar récord de contagios desde un punto de vista de mucha más seguridad.
Estamos frustrados, lo estamos y no hay que callarse, hemos multiplicado por 25 las incidencias de la pandemia en dos meses y eso no es nada fácil de entender. De asumir mucho menos. Otra vez hemos tenido que dejar de estar con los que nos importan, de tocarnos y abrazarnos, de vivir en positivo. Que la tristeza y el cabreo nos quiera invadir. pero tenemos que resistir y rebelarnos contra el negativismo. Prohibido rendirse.
Estar agotados no supone rendirse, supone no estar eufóricos, que es mucho pero no es todo.
No perdamos el control de nuestro estado de ánimo, no nos relajemos, entendamos a los que nos rodean, a los que intentan darnos los mejores servicios públicos posibles en estos tiempos de equivocaciones desde lo que gestionan pues tampoco ellos saben mucho mas que nosotros.
Es un problema mundial, nadie tiene las soluciones buenas para gestionar este problema histórico, no sirve de nada admitir esto, pero no es que nosotros lo hagamos peor que otros, es que simplemente no tenemos las herramientas para hacerlo mejor.
Se nos han ido diciendo muchas cosas inexactas para animarnos y ahora todas estas notas se han ido volviendo contra nosotros.
No han funcionado las vacunas como se pretendía pues pierden eficacia antes de lo que se esperaba. Pero no han fallado las vacunas, hemos fallado nosotros a la hora de comunicarnos. No teníamos que haber vendido la euforia antes de tiempo.
Y seguimos observando un grave despropósito que nos volverá a pasar factura. Mientras en algunos países ya tenemos la Tercera Dosis de refuerzo y otros hablan ya de la Cuarta Dosis, hay medio mundo sin recibir ni una sola dosis de vacunas. Ese problema se puede volver contra todos pues el virus no entiende de países pobres y ricos y su capacidad de mutar la hará donde a él le venga en gana.
Ajovín